Nunca conocí a mi padre, pero mi madre decía que era un erudito, solía contarme como se sentaba en su regazo mientras él le leía sobre diversos temas.
Ella creía que yo había sacado su curiosidad.
Madre era una mujer alegre, aunque solía estar ocupada, en los pocos momentos que pasábamos juntos su sonrisa me llenaba de alegría.
Casi desde que tengo memoria, vivíamos juntas en lo que allí se referían como la sagrada creencia.
Más tarde aprendería que en verdad el resto de la gente lo llamaba "el culto sagrado".
Pero cuando estás dentro todo te parece tan normal, porque es todo lo que has conocido hasta entonces.
A veces dudas de los motivos detrás de algunas cosas, pero como a todos los demás no parece importarles, acabas aceptándolo.
Básicamente el culto se resumiría en que las personas deben creer en el señor sagrado y no ir en contra ni dudar de sus enseñanzas, las cuales no me las se todas pero las que me afectaban eran:
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-Aparte del clero nadie tiene permitido leer.
-Nadie puede salir del recinto sagrado.
-Si alguien hace algo extraño debes decírselo al cura.
Por el resto de cosas no se estaba tan mal, según me había contado mi madre había sitios mucho peores y era una época de hambruna por estas tierras, almenos aquí podíamos vivir.
Aún así, mi querida madre había aprendido a leer de mi difunto padre, aunque era un secreto que no podía revelar, y ella me enseñó a mí.
Mi madre estaba encargada de la limpieza de varias zonas del culto y a veces me dejaba un libro que escondía debajo de mi cama mientras lo leía y al terminarlo ella lo devolvía a su lugar. Eran libros sobre diversas cosas: animales, matemáticas sencillas, meditación, etc. Nunca nadie se enteraba asique nada malo podría pasar.
Hasta que yo cuando tenía 9 años, había algún problema en el culto, los que estaban al control estaban muy nerviosos y preocupados y aumentaron al máximo la vigilancia en todos los aspectos.
Y fue en esto que se notó que faltaba un libro de la biblioteca y en la búsqueda encontraron que estaba debajo de mi cama.
Antes de que yo hiciera nada, mi madre contó que era suyo y que yo no sabía nada.
Al día siguiente la quemaron.
Conmigo no sabían muy bien que hacer porque según la doctrina los jóvenes son inocentes pero no podían confirmar si lo que dijo mi madre era cierto.
Pero antes de que pasara nada más llegó ella.