Jaune Kinomoto siempre fue una chica muy extraña, por alguna razón siempre me interesé en encontrar que estaba escondiendo durante todo el tiempo que fuimos amigos.
Recuerdo que la conocí cuando estaba en primaria, era recreo y todos los niños salíamos a jugar al patio. Junto al patio se encontraba un jardín enorme, el jardín estaba bien decorado y era bastante ostentoso; No habían cercas que nos impidieran pasar al hermoso jardín, sin embargo, ningún docente nos permitía jugar ahí. Entre los elementos que decoraban el jardín se encontraba todo tipo de flora: rosas, orquídeas y algunas figuras de animales moldeadas en grandes arbustos, Los cuales estaban rodeados por pequeños conjuntos de piedras medianas, las piedras estaban cuidadosamente enterradas en la suave
grama.
Unos minutos antes de la hora de descanso, la profesora nos presentó una nueva estudiante, el rostro de la niña era completamente pálido, su cabello era castaño y tenia unos enormes ojos marrón oscuro, su uniforme estaba planchado a la perfección, parecía una muñeca de porcelana.
—¡de pie por favor! —dijo la profesora mientras apoyaba su mano derecha sobre el hombro de la niña —ella es su nueva compañera de clase Jaune Kinomoto.
posterior al saludo, sonó la campana que marcaba la hora de recreo. Ese día, Kinomoto entró a jugar al jardín, parecía estar levantando piedras, buscando alguna especie de tesoro, ninguno de los niños se acercaba a ella, no sabia si era por miedo a entrar al jardín; o simplemente por rechazo a jugar con una niña tan frágil como ella.
Así pasó un par de días, Kinomoto se escondía en el jardín cada vez que los profesores pasaban para asegurarse que nadie pisara o desorganizara el dichoso orgullo de la institución. Recuerdo que yo también solía esconderme en el jardín, me escondía durante los primeros días que estuve en el colegio, por lo cual, Después de observarla durante todos esos días, decidí acercarme a ella. Tras un veloz intento por correr hacia los arbustos sin ser visto, entré sigilosamente al jardín a buscarla, finalmente la había encontrado, Kinomoto estaba tras un arbusto con forma de conejo.
—¡Kimímomo! —exclamé. Recuerdo que tenia 5 años para ese entonces, me era imposible pronunciar su nombre sin equivocación alguna.
—¡es Kinomoto! —dijo ella alzando su voz. Jaune se agacho para alzar una enorme piedra que estaba en uno de los arbustos.
—¿Qué estas haciendo? —le pregunté mientras la observaba.
—estoy buscando una tijereta —contestó—, es para mi colección de bichos, pero no he encontrado ninguna.
—¡yo se donde están! —contesté emocionado —Vamos al arbusto de la jirafa.
—¡vamos! - ella soltó la piedra y se fue corriendo hacia donde señalé.
Cuando llegamos al arbusto habían piedras demasiado pesadas, sin embargo, yo tenia la fuerza suficiente para poder girarlas sin necesidad de levantarlas. yo estaba feliz, por fin encontraba afinidad con alguien, y por primera vez no sentía la necesidad de participar de algo que no me gustaba para tener amigos.
—¡mira estaaa! —dijo Kinomoto.
—¡es enorme! —contesté.
—es tuya —exclamó extendiendo su embarrada mano.
—¿en serio?
— si, quiero una mas grande —kinomoto se agachó para buscar algún insecto que le llamara más la atención.
—sigamos buscando —Guardé el pequeño insecto en mi pantalón y me dispuse a mover piedras para ayudarle a kinomoto.
Tras unos 20 minutos buscando, finalmente había encontrado algo enorme, era una tijereta tan grande que tenia que tomarla con cuidado con para no salir lastimado con su cola puntuda; el insecto tenia casi dos centímetros de largo y un color marrón oscuro muy brillante.
—¡KIMIMOMO! —grité emocionado.—,mira estaaa.
Rápidamente, kinomoto raptó de mis manos el insecto que lentamente se movía entre mis dedos, ella estaba mirándolo fijamente con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
—¡GRACIAS! —exclamó kinomoto —,ES BELLISIMA.
Kinomoto tomó una pequeña caja negra de su bolsillo, de esas que parecían guardar joyería. Seguido de guardar el enorme tesoro, nos disponíamos a entrar nuevamente a clases.
—¿como te llamas? —preguntó kinomoto.
—Vadíd —contesté —, con tilde en la i.
—¿quieres buscar mas bichitos mañana?
—¡si! —le respondí emocionado —se donde podemos encontrar muchas cochinillas grandes para jugar a hacerlas rodar.
Kinomoto estaba emocionada, su mirada parecía como si pudiera encontrar un enorme tesoro, uno digno de obsequiarle a su mamá para que se sintiera orgullosa de sus enormes descubrimientos.
—¿podemos ser amigos?—le dije. Extendí mi embarrada mano hacia ella.
—¡si! —contestó —, seamos amigos. Rápidamente se sacudió la tierra de su mano y acepto mi saludo.
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Desde aquel día Kinomoto y yo jamás nos separamos, éramos ella y yo contra el mundo, siempre buscábamos la forma de aprovechar la mayor parte del tiempo que compartíamos juntos, se había convertido en mi mejor amiga, ella era como una hermana que jamás defraudaría, y que a la vez, yo jamás podría defraudar.
Entre las pocas cosas que sabia de Kinomoto, recuerdo que su familia era bastante adinerada; siempre la recogían en un lujoso automóvil, un clásico de color negro con vidrios polarizados.
Tan pronto terminamos la primaria, ella fue trasladada a un colegio campestre para terminar su ciclo académico; mientras que yo, que no corría con tanta suerte, me dediqué a estudiar arduamente para poder ser aceptado en esa misma institución, tenia la esperanza de ganarme un incentivo patrocinado por el estado, si lo lograba, finalmente podría egresar a la lujosa academia. Fue así como Kinomoto y yo estuvimos juntos durante la secundaria.
Con el paso del tiempo, ligeros problemas de salud empezaron a manifestarse en la vida de Kinomoto: tuvo que empezar a usar frenos desde los doce años, una extraña alergia causada por el sol empezó a quemar fuertemente su piel, lo cual interrumpió su ciclo académico durante la jornada diurna. El sol empezaba a matarla poco a poco, y a mi me distanciaba cada vez mas de ella.
Cerca a cumplir los quince años, había logrado convencer a mis padres de permitirme estudiar durante la jornada nocturna. Para ese entonces, la misteriosa enfermedad de kinomoto, solo me permitía pasar tiempo con ella después de las seis de la tarde, por lo que aprovechaba el tiempo de salida para recogerla y llevarla hasta mi casa, donde pasarían mas tarde por ella.
El día de mi cumpleaños numero quince, Kinomoto me invitó a cenar por primera vez en su casa, ese día lleve vestimenta de gala, había hecho un enorme esfuerzo por parecer lo mejor peinado posible; era la primera vez que conocería a sus padres y estaba algo nervioso.
Eran las siete de la noche y estaba frente a la puerta de la casa de Kinomoto. Su chofer, quien me había recogido una hora antes, me pidió que fuera discreto sobre contarle a alguien acerca del sitio a donde me trasladaba. Durante el recorrido observaba la ventana pensando como seria la manera más adecuada para comportarme, cuando estábamos por llegar, paramos frente una enorme rejilla negra, estaba decorada con enredaderas de las cuales nacían pequeñas flores amarillas; el camino era todo empedrado, las columnas que sostenían la rejilla parecían estar talladas en mármol y cubiertas por las enredaderas. Cuando la rejilla se abrió, pasamos por un hermoso jardín lleno de rosas y catleyas, los muros de los arbustos que conformaban el camino parecían tener dos o tres metros de altura, era verdaderamente espectacular, pero a su vez se veía como un completo laberinto; cuando llegamos al final del recorrido, había una enorme mansión, frente a la mansión había una fuente gigantesca con una estatua en la parte mas alta, dicha estatua era de una niña, la cual tenia una mano extendida hacia el cielo, como si tratara de alcanzar algo con todas sus fuerzas, sin embargo, la expresión de la estatua se veía bastante deprimida, y de los ojos de la estatua salía también agua, como si la niña estuviera llorando; en la parte inferior, una placa de oro con las letras "VRC" marcaban la fuente; me bajé del coche y caminé hacia la puerta principal, la cual estaba protegida por dos hombres con aproximadamente dos metros de estatura, la gigantesca puerta arqueada parecía tener unos ocho metros de altura. La mansión en general parecía estar cubierta por el bosque que rodeaba todo el lugar.
—siga caballero —dijo uno de los hombres que cuidaba la puerta —Lady Kinomoto le espera en la mesa.
Cuando la puerta se abrió, una iluminada sala se hallaba frente a mis ojos, un gigantesco candelabro blanco colgaba del techo que apenas alcanzaba a observar por la profundidad de su altura, habían miles de cuartos, y la mansión parecía tener miles de pisos; la escalera principal estaba cubierta por una alfombra roja que apuntaba el camino que debía seguir para llegar al comedor; las baldosas del suelo estaban relucientes, toda la mansión se podía reflejar a través de sus rombos negros y blancos.
Seguido de recorrer la llamativa alfombra roja, entré a una cálida habitación que no tenia luz eléctrica, sin embargo, bastaba con las velas que se hallaban sobre la pequeña mesa y el techo de cristal para que el sitio se iluminara solo con el fuego y las estrellas.
—Feliz cumpleaños Vadíd —dijo Kinomoto con una voz muy tenue—detrás de ti.
—¡KIM! —me di la vuelta para abrazarla. —como me alegra volver a verte.
Kinomoto estaba con un elegante peinado recogido como acostumbraba, decorado con una hebilla unida a una elegante catleya negra; su vestido era totalmente negro y largo, sus hombros y espalda estaban descubiertos, pequeñas piedras preciosas decoraban la fina tela del encaje de su pecho.
—¡tengo algo para ti! —exclamó Kim
—no se como agradecerte por todo esto —interrumpí.
—somos amigos idiota —contestó Kinomoto—, no me interrumpas.
—¿sabes algo? —preguntó ella bajando su rostro —Han pasado muchas cosas desde que nos conocimos Vadíd, aún con todos los problemas que me ha traído esta enfermedad, y con todos los problemas que te he causado, eres la única persona que se esfuerza por mantenerse cerca de mi, en realidad soy yo quien esta agradecida.
Los ojos de kim se humedecieron, pero rápidamente pasó su delicada mano sobre su rostro, su muñeca secó lo que posiblemente era el inicio de unas cuantas lagrimas.
—Kim, yo...
—¡esto es para ti come bichos!—interrumpió
—¡eso solo paso una vez! —exclamé.
— jajajaajajaja —sonreía Kim —eres tan distraído que no te darías cuenta si te hubieras comido más.
Kim me empujó suavemente, golpeándome en el pecho con un largo paquete negro que sostenía en sus manos.
—¡ábrelo idiota! —exclamó kim.
El paquete tenia una pequeña nota escrita por ella que decía lo siguiente:
"Querido amigo, dicen que los verdaderos caballeros llevan siempre un buen paraguas y un buen reloj. Sé lo medio tarado que eres para usar reloj, así que por favor lleva contigo siempre este lindo paraguas.
Te quiere:
Kimimomo ;) "
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La nota estaba escrita con una caligrafía perfecta, estaba sorprendido de que ella se hubiera tomado la molestia de hacer todo eso por mi, de modo que arranqué la nota del paquete y la guarde entre mi blazer. Cuando quité la tapa de la caja, había un elegante estuche tipo baúl negro, cerrado con un candado de plata en forma de carnero, al costado había una llave de plata con forma de flecha.
Lo que había dentro del estuche era impresionante, un espectacular paraguas negro de 16 varillas, el paraguas era muy distinto a todos los que había visto antes, el mango era de tipo bastón ingles, este estaba tallado en una fina madera oscura enchapada en plata inoxidable, Kim la llamaba "Roble mágico", llamada así por ser capaz de quebrar materiales tan densos como diamante y hierro; la tela del toldo era gruesa, Kim mencionó que estaba tejida con tela de araña, por lo que era resistente a todo tipo de vientos, golpes, y obviamente agua ; las varillas estaban hechas de plata inoxidable, el largo poste de madera tenia una placa en plata cuya inscripción en letras cursivas tenia mi nombre grabado; por ultimo, había tres tipos de contera que estaban separadas de la punta del paraguas, las tres conteras tenían forma de cruz y estaban perfectamente afiladas, una de ellas era de roble mágico, la otra era de plata, y la ultima era de mármol, podía remplazar la punta del paraguas siempre que yo lo viera necesario.
—¡esto es impresionante kim! —exclamé sorprendido.
—¿te gustó? —pregunto Kim —debes prometerme que lo llevaras siempre contigo de aquí en adelante.
—¿incluso si hace sol? —pregunté.
—incluso si hace sol —afirmó.
El rostro de Kim había cambiado por completo, parecía preocupada, como si algo terrible fuera a pasar si dejaba de cargar el paraguas en alguna ocasión.
—lo llevaré siempre conmigo Kim —dije —gracias por todo.
—bueno, es hora de cenar —insinuó Kinomoto —conociéndote debes estar hambriento.
Durante la cena hablamos de todo tipo de cosas, entre ellas habían amores platónicos que leíamos en libros o escuchábamos en la radio, también hablamos sobre como seria la vida del pueblo si fuéramos los gobernantes supremos de nuestra nación, hablamos sobre la vida y la muerte, sobre el cielo y la tierra, sobre el zodiaco, la luna y las estrellas; la noche pasó tan rápido que no notamos que estaba empezando a amanecer, yo tenia que irme a casa, y Kim debía volver a su habitación.
Cuando llegué a casa, no podía asimilar que todo lo que había pasado era real, tenia en mis manos un tesoro que seguramente valía mas que mi propia casa, y no dejaba de leer una tras otra vez, la nota que había dejado en el paquete.
Durante el tiempo que pasó después de aquella cena, jamás dejé de llevar el paraguas conmigo, pero Kinomoto empezaba a actuar distinta, se ocupó inesperadamente en tareas que jamás llegue a conocer, también su dieta cambió, pues desde aquel día jamás volví a cenar con ella, rechazaba todo tipo de invitaciones que tuvieran la palabra comida de por medio; Sin embargo, el estado físico de Kinomoto era perfecto, su delgada figura se había vuelto solo una fachada para la descomunal fuerza y agilidad que tenia, se graduó llevando consigo todas las medallas atléticas de la institución, rompiendo todos los records existentes.
Siguieron pasando los años, la Kim que conocía había cambiado por completo, yo solía creer que tras varias rupturas amorosas, su actitud era producto de un extraño complejo depresivo, donde también jugaba un papel importante el estado de su enfermedad, haciéndola incapaz de ver el sol por el resto de su vida. Poco a poco, me convertía en alguien más incapacitado para quedarme en la vida de Kim.
Sin embargo, ella no dejaba de estar pendiente de mi, olfateaba malas novias, ayudaba con mis trabajos, siempre la podía ver llena de preocupación por mi; a veces, trataba de alejarse, pero yo nunca deje de buscarla para saber que tenia, o como estaba. Todo ese ciclo se volvió monótono durante los últimos días que pasé con ella, solo que cada vez, su forma de actuar se tornaba mas extraña, estaba llena de misterios de los que jamás hablaba, parecía vivir con miedo, su nueva vida llena de secretos y complejos empezaba a incomodarme, ya ni siquiera me sentía útil en su vida; poco a poco, empezaba a llegar a la conclusión de que quizá era lo mejor, tenia que dejar de molestar a Kim, era hora de que mi camino se separara del de ella.
La ultima vez que vi a Kim, recuerdo que estábamos caminando hacia mi casa, quería hablar con ella sobre lo que sentía, pero el ambiente estaba totalmente denso. Era aproximadamente las diez de la noche; de repente, pequeñas gotas de agua empezaron a caer del cielo, alcé mi rostro para ver el firmamento, no habían estrellas ni luna, solo oscuras nubes que se acercaban lentamente, una larga tormenta se avecinaba.
—¡¿podrías caminar mas rápido?! —exclamó Kinomoto.
Kim no dejaba mirar para todos lados, se veía nerviosa, como si hubiera algo aparte de la tormenta que quisiera evitar.
—¿le temes a una simple tormenta kim? —respondí mientras trataba de alcanzarla.
—por favor no empieces Vadíd, no estoy de humor.
—pfff —exclamé —hace mucho no estas de humor.
—¿Dónde esta tu paraguas? —preguntó Kim apresurada.
—lo dejé en casa —contesté —, no vi la necesidad de traerlo hoy, además no dejo de cargarlo desde que me lo diste, estaba cansado.
—¿¡que es lo que tienes!? —exclamó Kinomoto preocupada.
—creo que estoy aburrido Kim —contesté cabizbajo. —, estoy aburrido de todo lo que ocultas, aburrido de que no me dejes ayudarte.
De repente unos extraños sonidos empezaron a oírse alrededor de la calle, parecían fuertes chillidos de murciélago.
—creo que estoy aburrido de ti Kim —dije con el orgullo herido —, estoy aburrido de preocuparme tanto por ti, y que no te importe .
—¿puedes oír eso? —exclamó kim apresurada —¡tenemos que irnos Vadíd por favor!
— ¿Por qué no te adelantas? —le pregunté —no me necesitas para entrar a mi casa.
—¡VADÍD POR AMOR DE DIOS NO HAGAS ESTO! —gritó Kinomoto con lagrimas en sus ojos —no queda mucho tiempo vadíd por favor, ¡POR FAVOR VADÍD!.
No podía entender nada de lo que pasaba en general después de ese drástico cambio en su tono de voz, tampoco lograba entender por que Kim estaba tan preocupada por aquel extraño ruido.
—¡prometo que te lo contare todo! —dijo Kinomoto —pero por favor ¡vamonos!
—¡deja de ser tan miedosa! —le contesté —solo son unos estúpidos murciélagos.
Kinomoto me observo como si fuera la ultima vez que iba a estar conmigo, y claramente, yo no lograba entender lo que ella trataba de evitar; finalmente, Kim se acercó y me dio un fuerte abrazo, pero esta vez, el frio abrazo de Kim jamás se había sentido tan cálido.
—Perdóname Vadíd —susurró Kinomoto en mi oído —fue agradable compartir todo este tiempo contigo.
Cuando Kinomoto dijo eso, mis ojos se quebraron por completo, un nudo en mi garganta se llenó de dolor y nostalgia; con esa frase, sabia que me enfrentaba al final del recorrido, a partir de aquella noche Kinomoto y yo jamás nos volveríamos a cruzar, y me había dado cuenta que aun no tenia la fuerza suficiente para aceptarlo. En ese momento empecé a recordar todas las cosas lindas que jamás logré decirle, incluso, recordé todas las palabras de gratitud que miles de veces guardé para que nunca se diera cuenta de lo débil que era cuando estaba con ella.
Kinomoto se dio vuelta, se fue corriendo hasta que la perdí por completo de vista, yo no me podía mover aún, las gotas empezaron a caer con mas fuerza; sin embargo, minutos después las nubes se habían despejado por completo, dejando ver una gigantesca luna llena, me quede a mitad de la calle
totalmente paralizado, Kim se había ido. En ese momento, el extraño sonido se acercaba cada vez mas, hasta que se tornó completamente aterrador; mi corazón empezó a latir fuertemente, el miedo, la tristeza, y el arrepentimiento por guardar tantas cosas que tenia para Kim, empezaron a hacer estragos en mi cabeza, lentamente el sonido empezaba a aumentar con fuerza y los chillidos se tornaban insoportables; el sonido venia hacia mi, estaba asustado, fue en un par de minutos que cambie de pensar, no solo seria mi ultima noche con Kim, era la ultima noche de toda mi vida; llegó el punto en el que sentía el fuerte sonido atrás de mi, los chillidos eran tan ensordecedores, que dejé de escuchar todo lo que rodeaba la calle, desde las bocinas de los autos, hasta los ladridos de los perros callejeros, todo estaba apagado salvo ese aterrador chillido. Tras unos instantes atormentado, el sonido mermó por completo, sentí un ligero alivio en mi interior por unos 30 segundos.
De repente, fui atacado por un ligero empujón en mi espalda, mi cabeza se congeló por completo, un escalofrió intenso recorría mi cuello, el miedo me había paralizado de nuevo, ya ni siquiera era capaz de gritar por ayuda; un frio brazo me había tomado por el cuello bajando hasta el pecho para rodearme, mientras tanto, sentía que la otra mano de la extraña criatura agarraba mi columna vertebral inmovilizándome en su totalidad. Lo ultimo que recuerdo fue el sonido de mi cuello siendo ferozmente mordido por unos profundos colmillos, mi cuerpo estaba tan frio y paralizado que apenas podía sentir dolor; sin embargo, el sonido producido por la enorme boca de la criatura, que trataba de penetrar con más fuerza mi cuello, era tan aterrador que me hizo caer inconsciente en sus brazos.
Es extraño, pero aunque mi muerte estaba sellada aquella noche, lo único en lo que podía pensar, mientras lentamente cerraba mis ojos, era en Kim alejándose, desvaneciéndose por completo del alcance de mi humana visión; cuando cerré mis ojos, mi ultimo pensamiento no fue mas allá de reflexionar en lo que hubiera pasado si le hubiera hecho caso, si me hubiera ido con ella, tal vez habría podido entenderla, quizá solo hubiera sido una ligera discusión, una que con el paso del tiempo, fortalecería mas una estrecha relación.