Un gran orco estaba sentado bebiendo tranquilamente su cerveza. Mientras esperaba la respuesta del pequeño humano gordito, despertó atentamente los alrededores. Si bien el gordito estaba temblando visiblemente, el ambiente en la taberna no podia ser mas calido y festivo. La ciudad había conseguido repeler otra ola de monstruos, por lo que beber para celebrar las victorias o llorar las pérdidas era algo común. El gordito, dueño de esta posada, por fin tuvo el valor para mirarle y hablar.
“Así que quieres trabajar aquí, pero no podrás pagar un guardia de tu calibre.”
Thargg le miró extrañado, todavía no acostumbrado a que le llamasen guardia. Una semana antes, era perseguido por ser un ladrón honorable, pues le quitaba el dinero a los ricos para dárselo a los pobres. En concreto, a su grupo anterior, pues como siempre se gastaban el dinero terminaban pobres. Volvió a mirar al gordito, que seguía temblando sin parar.
-No te preocupes, solo pido el 50% de las ganancias, más comida, bebida y alojamiento. Además, somos Bumbum y yo, así que tendrás dos guardas por el precio de 1.
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Poniendo en la mesa una enorme espada a dos manos, su brillo azulado emitía un frío constante y se podía ver en su empuñadura las fauces de un lobo. Probablemente por eso tenia frío el tabernero, pues había empezado a temblar cuando le había enseñado a Bumbum y dicho que podía cortar la cabeza de alguien para enseñar que era un guerrero fuerte. Thargg media más de dos metros, sus brazos eran tan gruesos como la cabeza del tabernero, su piel gris llena de cicatrices era imponente, su pelo corto blanco estaba un poco desaliñado y en su grueso cuello llevaba un collar con los dientes de los enemigos más duros contra los que había luchado. Aunque se podían ver colmillos de bestias grandes, también parecía haber dientes humanos. Aun así, no podía ser complaciente este mundo lleno de monstruos y magia, siempre había espacio para mejorar y ser más fuerte. Cuando se lo dijo a su antiguo grupo, parecieron sorprendidos por su sabiduría, pero ya deberían haber sabido que tenia cerebro. Al fin y al cabo, alguna vez dio cabezazos a los enemigos y se podía ver entre la sangre. Como decía su tan horrible maestro, tenia que usar la cabeza más a menudo.
Cuando el tabernero iba a responder, se escuchó un fuerte portazo. Dándose la vuelta, vio a un par de guerreros humanos armados con hachas, sonriendo de una manera maliciosa. Thargg puso esa misma sonrisa, y le dijo al tebernero con su voz profunda.
- Te voy a dar las cabezas de esos, no te preocupes gordito, digo, jefe.