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Throne in Shadows
Chapter 5: the roots of Domination

Chapter 5: the roots of Domination

Capítulo 5: Las raíces de la dominación

El aire en el Territorio Antares estaba cargado de tensión. Aldric había pasado semanas observando y analizando la dinámica de la colonia. Aunque pequeña y aislada, cada rincón de su dominio estaba lleno de desafíos: líderes locales divididos, una economía al borde del colapso y una población desconfiada después de años de abandono.

En su oficina improvisada, una habitación vacía en la ruinosa mansión familiar, Aldric estaba sentado ante una mesa llena de documentos: informes de producción, rutas comerciales interrumpidas y solicitudes de ayuda de aldeas remotas. Entre ellos había un pergamino recién llegado: un informe sobre las últimas actividades piratas en el sistema vecino. La amenaza seguía presente, pero Aldric sabía que no podía concentrar todos sus esfuerzos únicamente en la defensa; la clave para su supervivencia residía en consolidar su poder desde dentro.

Mientras tanto, en las sombras de la colonia, las fuerzas opuestas a Aldric conspiraban. Uno de los antiguos administradores del territorio, un hombre llamado Garneth, había acumulado poder durante la ausencia de la familia noble. Garneth veía a Aldric como una amenaza directa a su influencia. Durante años, había controlado los recursos locales, desviando las ganancias hacia sus propios bolsillos mientras mantenía a la población en la pobreza.

Esa noche, mientras Aldric revisaba los planes de revitalización económica, un mensajero irrumpió en la habitación.

—Mi señor, hemos encontrado pruebas de que Garneth está financiando a un grupo de mercenarios. Están armados y se dirigen hacia la aldea de Lyneth. Parece que planea incitar un levantamiento.

Aldric cerró los ojos y procesó la información. Su primer instinto fue movilizar sus fuerzas y aplastar a los mercenarios, pero sabía que una confrontación abierta podría debilitar aún más la confianza en su gobierno. Necesitaba una solución estratégica.

—Envía un mensaje a los jefes de Lyneth. Diles que evacúen a los civiles y refuercen las entradas de la aldea. Yo me encargaré de Garneth personalmente.

Acompañado por un pequeño grupo de soldados leales, Aldric se infiltró en el campamento de Garneth al amparo de la noche. Había aprendido a moverse en silencio durante su huida de los piratas y ahora utilizaba ese conocimiento a su favor. Cuando llegaron a la tienda de Garneth, lo encontraron rodeado de documentos y mapas, planeando su siguiente movimiento.

—Garneth —dijo Aldric, saliendo de las sombras con una daga en la mano—, has traicionado a tu pueblo por última vez.

El hombre saltó, pero pronto recuperó la compostura.

—¿Traición? Hice lo que tenía que hacer para conservar este territorio mientras todos ustedes vivían cómodamente en el Imperio.

Aldric lo miró fríamente.

—Tus acciones solo nos han llevado a la ruina. Antares no puede permitirse divisiones y no permitiré que destruyas lo que estoy reconstruyendo.

Sin darle tiempo a reaccionar, Aldric ordenó a sus soldados capturar a Garneth. Al día siguiente, lo llevó ante la asamblea de líderes y ciudadanos.

—Este hombre ha utilizado su posición para enriquecerse mientras vosotros sufríais —dijo Aldric frente a la multitud—. En este territorio no hay lugar para quienes traicionan nuestra causa común. Su castigo lo decidiréis vosotros.

La multitud, que inicialmente había permanecido en silencio, comenzó a clamar por justicia. Garneth fue exiliado al desierto, con un destino incierto. Con este acto, Aldric demostró que no toleraría la corrupción y se ganó un atisbo de respeto entre su pueblo.

Con Garneth fuera del camino, Aldric pudo centrarse en sus planes. Organizó caravanas protegidas para restablecer el comercio, reforzó las defensas de las aldeas más vulnerables y comenzó a negociar acuerdos con comerciantes externos. Poco a poco, el Territorio de Antares comenzó a mostrar signos de recuperación.

Esa noche, Aldric se encontraba en el balcón de la mansión, observando las luces de la colonia. Aún quedaba mucho por hacer, pero por primera vez desde su llegada, sintió que el futuro era más que una simple lucha por la supervivencia.

—Antares se alzará de nuevo —susurró con los ojos llenos de determinación—. Y conmigo, cambiará el destino de este Imperio.

A la mañana siguiente, Aldric se encontraba en el salón principal de la mansión, que estaba iluminado por una suave luz dorada que se filtraba a través de las altas ventanas. Aunque las paredes mostraban rastros de su antigua grandeza, las grietas y las manchas de humedad eran un recordatorio del abandono. Alrededor de la mesa central estaban los líderes de las facciones más influyentes del Territorio Antares. Aldric había decidido que, para ganarse su lealtad, debía enfrentarse a ellos directamente y demostrarles que él no era como su familia, que los había abandonado a su suerte.

Antes de él estaban:

1. Darak Arven, líder del gremio de mineros, un hombre corpulento de manos callosas, cicatrices en los brazos y un tono siempre pragmático. Había dedicado su vida a extraer los valiosos minerales de los meteoritos que orbitaban el sistema.

2. Lysa Norein, jefa del gremio de agricultores y cultivadores de plantas exóticas. Su rostro reflejaba una preocupación constante; sabía que la riqueza de su sector dependía de mantener abiertas las rutas comerciales.

3. Calden Merth, un comerciante experimentado que controlaba los pocos intercambios de mercancías que se producían con los sistemas cercanos. Su mirada desconfiada y su tono cortante lo hacían parecer más un mercenario que un hombre de negocios.

Aldric permaneció de pie mientras hablaba, su tono tranquilo pero cargado de determinación.

—Antares está al borde del colapso, todos lo sabemos. Si seguimos así, no sobreviviremos a otro ataque pirata ni al abandono del Imperio. Pero no vine aquí a lamentarme. Vine a mostrarles que hay un camino hacia la recuperación.

Calden, el comerciante, entrecerró los ojos y se inclinó hacia delante.

—¿Y cuál es ese plan milagroso, mi señor? Durante años hemos enfrentado a piratas y escasez sin ninguna ayuda de vuestra familia. ¿Por qué debemos arriesgar lo poco que tenemos por promesas vacías?

Aldric sostuvo la mirada, permitiendo que el silencio tensara la habitación antes de responder.

—Porque no estoy ofreciendo promesas. Estoy ofreciendo resultados.

Hizo un gesto y uno de sus ayudantes desplegó un mapa holográfico sobre la mesa. El terreno y las rutas comerciales inactivas se proyectaron ante ellos. Aldric señaló primero las minas cercanas.

—Darak, tus mineros trabajan con herramientas que tienen décadas de antigüedad. Los meteoritos que extraes contienen materiales estratégicos y raros que no solo sirven para la exportación, sino que también pueden usarse para construir defensas. Con inversión y coordinación, podríamos producir armamento básico y comenzar a reforzar nuestras naves y caravanas.

El minero frunció el ceño y cruzó los brazos.

—Eso suena bien en teoría, pero no tenemos los recursos para sostener algo así. Y si dedicamos nuestras fuerzas a eso, ¿cómo sobreviviremos al siguiente ataque?

Aldric inclinó la cabeza.

—Entiendo tus preocupaciones, pero si nos quedamos a la defensiva, nunca escaparemos de este ciclo. Lo que propongo no es abandonar nuestras necesidades inmediatas, sino integrar nuestras fortalezas. Lysa... —se volvió hacia la granjera—, tus plantas exóticas son nuestra mayor riqueza. Si logramos asegurar rutas comerciales estables, podrías duplicar o triplicar la producción y establecer contratos con sistemas más ricos.

Lysa, que hasta entonces había permanecido en silencio, habló por primera vez.

—Es cierto que nuestras plantas son valiosas, pero cada vez es más difícil transportarlas. Los piratas nos tienden emboscadas en cuanto salimos de la atmósfera. ¿De qué sirve producir más si no podemos comerciar?

—Ahí es donde entra Calden —respondió Aldric, volviéndose hacia el comerciante—. He revisado tus rutas. Tienes contactos en sistemas vecinos que podrían actuar como intermediarios. Si establecemos una flota de escolta y usamos satélites para rastrear las actividades piratas, podemos recuperar esas rutas.

Calden levantó una ceja, claramente interesado pero todavía escéptico.

—Y supongamos que funciona, ¿cómo piensan pagar a esas escoltas? Las arcas del territorio no están precisamente llenas.

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Aldric sonrió levemente. Había estado esperando esa pregunta.

—Ya hemos confiscado recursos de Garneth y hay reservas ocultas en la mansión que mi familia dejó atrás. Pero lo más importante es que quiero implementar un sistema fiscal progresivo. Los gremios más fuertes contribuirán más al principio y, una vez que el comercio se estabilice, ajustaremos las cuotas. No te pido que cargues con todo el peso; te pido que inviertas en tu propio futuro.

Darak golpeó la mesa con el puño y el sonido resonó por todo el pasillo.

—¿Impuestos? ¿Quieres que lo arriesguemos todo y que paguemos por ello también? No somos súbditos a los que puedas exigir más de lo que ya te damos.

Antes de que Aldric pudiera responder, Lysa intervino, su tono más conciliador.

—Darak, ¿qué alternativa propones? No podemos continuar solos. Si esto funciona, nuestros pueblos podrían recibir mejores herramientas, más alimentos... quizá incluso protección real.

El minero resopló pero no respondió. Aldric aprovechó la pausa.

—No te pido que confíes ciegamente en mí, sino que te ofrezco resultados concretos. En dos semanas enviaré una caravana de plantas exóticas al sistema Carthos, escoltada por nuestras mejores naves. Si logramos llegar hasta allí y comerciar con éxito, verás que es posible.

Calden entrecerró los ojos, calculando los riesgos.

—Si fracasamos, perderemos nuestros mejores barcos y productos.

—Si fallo, asumiré toda la responsabilidad —respondió Aldric sin dudarlo—. Pero si tengo éxito, todos ganamos. ¿Es este un riesgo que estás dispuesto a correr?

El silencio volvió a reinar en la sala. Finalmente, Darak suspiró.

—Si garantizas que los mineros no perderán su sustento, tendrás mi apoyo... por ahora.

Lysa asintió con una leve sonrisa.

—Estoy de acuerdo. Pero si los agricultores tienen que aumentar la producción, necesitaré acceso prioritario a herramientas y trabajadores.

Calden se levantó de su asiento.

—No me gusta arriesgar mis rutas, pero no puedo negar que necesitamos un cambio. Tendrás tus dos semanas, Aldric. Si tienes éxito, discutiremos algo más permanente.

Aldric miró a cada uno de ellos por turno, asintiendo seriamente.

—Gracias. Ésta será la primera de muchas victorias. Antares no caerá mientras yo esté aquí.

Cuando los líderes se marcharon, Aldric sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Había conseguido un compromiso inicial, pero sabía que el verdadero trabajo apenas estaba comenzando. La primera caravana marcaría el inicio de su lucha por restaurar la vida en el Territorio Antares.

El plan de Aldric de enviar la primera caravana al sistema Carthos no era solo una prueba de sus habilidades de liderazgo, sino también un intento de desenmascarar a los enemigos internos. Había cada vez más sospechas sobre la participación de Calden Merth en el contrabando y la piratería, y Aldric sabía que cualquier intento de sabotaje comenzaría con esta misión.

La caravana estaba formada por tres transportes cargados de plantas exóticas y minerales raros, escoltados por dos pequeños barcos armados y una fragata más grande, recientemente restaurada gracias a los talleres de los mineros. A primera vista, la escolta parecía apenas suficiente, lo cual era deliberado: Aldric quería atraer a los piratas. Sin embargo, lo que Calden y sus aliados no sabían era que Aldric había diseñado una meticulosa trampa para desenmascararlos.

Antes de que la caravana partiera, Aldric colocó un equipo de comando secreto en la fragata, liderado por Kestrel, un capitán leal que había servido a su padre durante años. Estos soldados fueron entrenados en tácticas de infiltración y combate a bordo de los barcos, y su misión principal era capturar con vida a los líderes de cualquier ataque pirata, buscando evidencia directa de las conexiones de Calden.

Además, Aldric había autorizado la instalación de un disruptor de señales en la fragata. Este dispositivo, aunque experimental, podía bloquear las comunicaciones a corta distancia, impidiendo que los piratas pidieran refuerzos o alertaran a otros sobre la situación.

Finalmente, una segunda flota de refuerzo, oculta en un cinturón de asteroides cercano, estaba preparada para intervenir si la situación se agravaba.

El viaje comenzó sin incidentes, con la caravana viajando a través de un corredor comercial previamente abandonado debido a la intensa actividad pirata. Los capitanes de las escoltas informaron solo lecturas menores en el escáner en las primeras horas, pero cuando entraron en una región más abierta, la calma se rompió.

Cinco naves piratas emergieron del hiperespacio y rápidamente se posicionaron alrededor de la caravana. Estas naves eran rápidas y ligeras, diseñadas para interceptar y abordar transportes desprotegidos.

Un mensaje burlón llegó por el canal general:

—Aquí el capitán Raeger de la Llama Negra. Por orden de nuestros buenos amigos de Antares, sus bienes ahora nos pertenecen. Ríndanse y podrán conservar sus vidas. Resistan y arderán como el resto de los tontos.

Aldric, que vigilaba el territorio desde una sala de mando improvisada, reconoció de inmediato el nombre de Raeger. Este capitán pirata era conocido por sus tratos encubiertos con comerciantes corruptos. El vínculo con Calden ahora era aún más evidente.

El comandante de la fragata respondió con gélida calma.

—Ésta es la nave de escolta Resolute. Si crees que puedes intimidarnos, estás subestimando nuestra determinación.

Los barcos de escolta formaron un triángulo defensivo alrededor de los transportes, simulando prepararse para una lucha desesperada. Sin embargo, este movimiento era parte del plan.

Cuando los piratas se acercaron para un asalto directo, el disruptor de señales se activó, bloqueando sus comunicaciones. Los comandos a bordo del Resolute se prepararon para contraatacar, mientras la fragata viró lentamente, posicionando sus cañones principales hacia los barcos enemigos.

El primer disparo del Resolute destruyó uno de los interceptores piratas, enviando escombros al vacío. Las naves de escolta utilizaron su agilidad para dispersar a los atacantes, obligándolos a abandonar su formación. Sin coordinación e incapaces de pedir ayuda, los piratas comenzaron a desorganizarse.

Sin embargo, Raeger no era un comandante inexperto. Al darse cuenta de que la caravana estaba mejor preparada de lo esperado, ordenó a dos de sus naves que intentaran abordar los transportes.

Fue entonces cuando intervinieron los comandos de Aldric. Cuando los piratas lograron abordar el primer transporte, se encontraron con una feroz resistencia. Los soldados ocultos utilizaron trampas y tácticas de guerrilla para neutralizarlos, capturando a varios con vida.

Mientras tanto, la flota de refuerzo de Aldric emergió de su escondite en el cinturón de asteroides y rodeó a los piratas restantes. Atrapadas en un fuego cruzado, las naves de Raeger intentaron huir, pero solo dos lograron escapar, dejando atrás a su líder y su nave insignia.

El capitán Raeger fue capturado cuando los comandos de Aldric abordaron su nave. Durante el interrogatorio inicial, se mantuvo desafiante y negó cualquier conexión con Calden. Sin embargo, los registros encontrados en su sistema de navegación eran incriminatorios: contenían detalles de reuniones secretas con un comerciante de Antares, así como transferencias de mercancías entre los barcos piratas y los almacenes de Calden.

Los transportes y su carga llegaron sanos y salvos a Carthos, lo que supuso un rotundo éxito para Aldric. Pero la verdadera victoria estuvo en los datos recuperados de los piratas.

De vuelta en Antares, Aldric organizó una reunión urgente con los líderes del gremio. Sin revelar toda la información, presentó las pruebas de que uno de los suyos había estado colaborando con los piratas. No mencionó nombres, pero Calden palideció al escuchar detalles que solo él podía reconocer.

—En Antares no se tolerará la traición —declaró Aldric con firmeza—. Pero le daré a la persona responsable la oportunidad de redimirse antes de tomar medidas más severas.

Calden sabía que el tiempo se le estaba acabando. Mientras planeaba su siguiente movimiento, Aldric se preparó para el siguiente paso de su plan: destruir por completo la red de piratería y corrupción que amenazaba su territorio.

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