La parálisis fue, ciertamente, algo completamente inesperado. Mi mano se sacudía en una manifestación inequívoca del esfuerzo que estaba ejerciendo en contra de aquella misteriosa inmovilidad que me afecto de manera tan espontanea, forzándome a permanecer inclinado, con la mano extendida hacia donde estaba la linterna que se me había caído en un descuido.
Si bien aquel impedimento tan inexplicable era ya suficiente para sacarme de la cabeza el aparato en cuestión, los ruidos que comenzaron a escucharse al poco de quedar yo atrapado me arrancaron de cuajo cualquier pensamiento ajeno a mi dilema actual: No se trato de los tímidos pasos de un ciervo, o del pesado andar de un oso, sino de algo rápido y que era lo suficientemente grande para hacer que desde la dirección desde la que venía se oyesen a varios árboles agitarse.
Pavor, sería poco para describir la sensación que me invadió en aquellos instantes; terror estaría más cerca, sin embargo, no tuve tiempo de concretar un grito de auxilio o de aumentar mi esfuerzo por liberarme cuando escuche a uno de mis dos compañeros aproximarse a donde estaba, el crujir de las hojas paró en seco mis muy agitados pensamientos, y me dio una chance de escapar a un destino que lucía (hasta aquel instante) ineludible.
Siendo que no me era posible dar un giro a la cabeza, mire por el rabillo del ojo y pude avistar una linterna encendida; no podía distinguir de quien de los dos se trataba, pero aun así no perdí el tiempo, en vista de que esos ruidos solo continuaban acrecentándose a cada segundo que perdía.
“¡Hey!” Grité, en un esfuerzo por dar a conocer mi ubicación lo más pronto posible.
No tarde en recibir respuesta, en forma de un alumbramiento repentino con la linterna, lo cual molesto levemente mis ojos, aunque el agradecimiento por la buena fortuna de que uno de esos dos apareciese en tan necesario momento podía más que lo primero.
“¿Andrew?” Distinguí la voz de Dan de inmediato, cargada de la misma tención que había tenido desde que bajamos del coche “¿Qué ocurre?”
Mantuve yo un silencio meditativo durante unos segundos, en pos de encontrar la manera más adecuada para explicar lo que me estaba sucediendo de forma coherente “Necesito que-“
Mas sonidos, en plena oscuridad de la noche, con la mirada trabada hacia el interior del bosque, pude ver vagamente una sombra moverse en nuestra dirección, el escenario resultaba quizá la más conocida escena del mundo animal desde la aparición de la cadena alimenticia: Un depredador adviniéndose a por la presa presente en su trampa.
La luz del artefacto me abandono; Dan la había dirigido rápidamente a su derecha, o desde mi perspectiva, el frente, al origen de aquella algarabía que parecía anunciar con perturbadora fanfarria la proximidad de la criatura, un hecho que volvería a poner en cause el destino que sentía ineludible hacia unos momentos antes de que apareciera Dan, a menos que se hiciese algo pronto.
Dando cuenta de que era necesaria una pronta acción, comencé a luchar contra la parálisis con renovado ímpetu, sentí que los hombros y el cuello se movían un poco, así mismo el torso, lo cual me dio esperanza de poder zafarme antes de que eso llegase a donde estábamos.
Mire por el rabillo del ojo con impaciencia a Dan, quien se quedo estupefacto ante lo que estaba sucediendo, alumbrando la zona de la que venían los ruidos que generaba tan misteriosa (y muy probablemente hostil) criatura.
“¡Dan, ayúdame!” Le grite en un intento desesperado por llamar su atención mientras forcejeaba aun tratado de hacer reaccionar el resto de mi cuerpo “¡Dan!”
Reacciono, tras lo que pareció una eternidad, emitió un audible “Eh,”, para después proceder a dirigir nuevamente su linterna hacia donde estaba yo, escuche el cómo sus pasos se aproximaban hacia mí raudamente, en señal de que me brindaría apoyo para escapar de tan incomprensible estado, sentí por momentos un muy desbordante alivio, y visualice por instantes como seria nuestra huida después de que se me auxiliase, visione el cómo estaríamos antes del lo esperado en el coche de Alfred, y el cómo estaríamos prontamente de regreso al pueblo.
Pero ese escenario de ensueño no tardo en quebrarse en miles de pedazos; el apoyo que esperaba con ansiedad y que daba por seguro se daría en los próximos instantes, nunca llego. Ya me hubiese gustado a mí que fuese porque la ignota bestia se le hubiese echado encima, o por alguna otra razón de fuerza mayor, pero se trato de algo insólitamente impertinente: Dan se había parado en seco.
“¿¡Porque te has parado!?” Le reclame “¡Ayúdame!”
“A-Andrew…” Trato de decirme algo, pero tal cosa se deshizo al final de la frase como un murmullo apagado.
“¿¡Que!?” Inquirí, frenético dada la situación tan critica que nos atañía “¿¡Qué demonios sucede!?”
Se escucho una rama romperse; las copas de los arboles que yacían cerca tuvieron aludes repentinos de hojas, lo que sea que fuere, se había montado en los arboles, y ahora estaba casi encima de nosotros, aquel destino que daba por sorteado comenzó a cristalizarse de nuevo.
“¡Dan!” Exclame, mientras mi lucha encarnizada por liberarme continuaba, ahora más fuerte que nunca “¡Maldita sea, reacciona!”
“-ker” Pronuncio una palabra que a duras penas logre entender.
“¡Deja de hablar estupideces y ayúdame a salir!” Mi grito aumento de volumen considerablemente, pero no consideraba yo cosa más adecuada para lograr que él se espabilase.
Aquel que hacia unas horas hallábase instigando esta “expedición” (si es que se le puede llamar semejante cosa a la búsqueda de un medallón perdido en esta zona del bosque) junto a Alfred temblaba como un flan, y cada tanto parecía retroceder otro poco; tal acto de cobardía no hizo sino generar una llamara de cólera en mi interior, la cual estuve bastante cerca de liberar en un grito lleno de insultos, pero fui cortado por otro sonido de los muchos que nuestro desconocido acechador realizo.
Se oyó como la clase de sonido que hace una rama que está aguantando un peso que esta por romperla, y en cuanto pude sentir como las hojas caían encima de mi abrigo, no quedaba otra alternativa al hecho de que estaba justo encima de nosotros. Sentí explícitamente él como la sangre se me retiraba de la cara ante tal hecho; el buen Dan (por otro lado), opto por dirigir, temblorosamente, la linterna hacia arriba.
“T-tenemos que…” Tal murmullo en el cual mi voz se transmuto nunca llego a escapar por completo de mis labios, gracias a los acontecimientos de rápida sucesión que tuvieron lugar solo instantes después de que empezase a hablar.
Dan pego un grito desgarrador, en señal de que cualquier clase de valor que le quedase se había derrumbado por completo, y agitando la linterna como un loco, comenzó a repetir una y otra vez el nombre del tercer integrante de esta desafortunada empresa “¡Alfred, Alfred!”.
La cólera se encendió en mí ser ante una cobardía tan grande de parte de alguien que juraba ser mi amigo, apreté los dientes fuertemente, y lo siguiente que vino de mi fue un repentino y brusco movimiento; la intención era (por supuesto) el lanzarle un grito al desertor que acaba de huir, pero esa acción tuvo una consecuencia del todo inesperada.
De cierta manera me libere de la parálisis, la inmovilidad cedió repentinamente, tal y como había aparecido, di unos visibles bamboleos al son de una audible confusión que salía de mi boca. Los pensamientos sobre la deserción de mi colega se esfumaron, y fueron reemplazados por un “¿Qué?” que se repetía como un disco rayado dentro de mi mente.
Trate de permanecer de pie, pero la energía física que había generado al liberarme tan de repente había resultado ser demasiada para mí, el equilibrio me fallo, aunque teniendo en cuenta que me encontraba en un bosque oscuro y que había estado cegado por la ira hasta hacia ya muy poco, considero que permanecí en pie más de lo esperado.
Lo inevitable finalmente sucedió, y me vi a mi mismo precipitarme hacia el suelo de manera insalvable. Considere aquello como parte de un cliché que recuerdo haber visto en más de una película que caía dentro del género del terror: caería sobre mi propia espalda, para ver de una buena vez al monstruo, justo en el momento en que el mismo se abalanzaría sobre mi y todo se iría a negro. De una vez y para siempre.
“Como un mal chiste” Me comente en ese momento cuando el tiempo pareció discurrir muy lentamente “Como un jodido mal chiste esos dos van a sobrevivir y yo voy a morirme en el bosque”
Salí en aquel momento de ese diminuto fragmento de tiempo que tomé para pensar, fue un pensamiento efímero, que no había durado probablemente más de unos pocos segundos; espere entonces sentir el suelo del bosque, con sus hojas y probablemente alguna rama que harían bastante ruido en cuanto mi cuerpo cayese estrepitosamente sobre ellos.
Me prepare para lo peor, y recé por que quedase inconsciente por alguna roca que estuviese en la trayectoria de mi caída, aunque no hubiese yo visto ninguna cuando llegue a aquel lugar que estaba en una correspondencia tan poco sospechosa con el resto del bosque que resultaba implausible la situación que se estaba desarrollando en estos mismos momentos.
Cerré los ojos fuertemente, y espere el momento final en que me desplomase, pero justo cuando sentí aquella sensación tan desagradable de descontrol que cualquiera puede sentir antes de precipitarse al suelo de manera incontrolada…fue como si todo se hubiera parado de golpe, como si alguna mano invisible me hubiese sostenido por detrás de la espalda, evitando que cayese, abortando aquel horroroso cliché del que no deseaba formar parte.
…Pero así mismo regresé a mi estado anterior, aquel que precedió a la momentánea y muy transitoria “liberación”; la parálisis, la maldita inmovilidad regreso, como si de ahora una jocosidad mórbida se tratase, un capricho desalmado de las circunstancias que no querían permitirme el tan pretendido escape.
Solté, prontamente, una vociferación que puso de manifiesto mi reacción ante tal artimaña: No hubo realmente un sentido en aquello, enfoque todas mis energías a dejar salir mi indignación por tal acontecimiento, lo cual devino en un silencio resignado por mi parte, en adjunto a una respiración estremecida que era por el momento el único sonido que llegaba a mis oídos.
Había quedado mirando (en efecto) hacia arriba; di cuenta de esto en cuanto la mayor parte de aquellas emociones sentidas hasta ese instante remitieron en aquel raro momento de calma, me parecía imposible que un grito más alto que los anteriores pudiese haber atemorizado a un ser que hacia tan poco no tenía ni la más mínima consideración de cara al griterío que monté gracias a la inacción de Dan.
Trate de pensar entonces en las causas de tal silencio, cuando entre los arboles comenzó a aparecerse, de una manera muy lenta y sutil, la luz de la luna; un espectáculo al cual no hubiese prestado atención, dado a mi resignación y a mi reencontrada parálisis, pero según los segundos continuaron avanzando, no me fue posible ignorar tal cosa más, en particular, en cuanto unos cuantos rayos de luz lunar me bañaron en la luminiscencia tan tenue que caracterizaba al astro.
Note, con gran asombro y temor, como el fulgor que cayó sobre mí reveló, de manera gradual y paulatina, unas raras cuerdas, o de manera preferible hilos, que se enarbolaban alrededor mi persona; resultaría ello un panorama realmente interesante, de no ser por el hecho de que me encontraba al parecer asido por tal trampa.
El shock de tal visión no solo derivo en que mis ojos se abriesen como si los mismos fueran platos, no fue eso el único efecto, dado que aquel instinto tan primitivo que yacía dentro de mí, que se había visto ahogado momentáneamente por la traición de Dan, la ira subsecuente, y la muy momentánea alegría de haberle liberado fútilmente, regresó, en la forma de un espanto que no tenia parangón con lo que había sufrido los últimos minutos.
“¿¡Qué clase de cosa!?” Exclame para mis adentros “¿¡Qué clase de-“
El silencio se termino, tan repentinamente como había empezado: Se trato de algo sutil, las algo agito un poco unas hojas de los arboles que estaban a mis espaldas; para solo detenerse momentáneamente, por mero instinto trate de mirar hacia atrás, por el rabillo del ojo. Pero antes de que siquiera pudiera distinguir nada con a la luz tan tenue que había, sentí de golpe un tirón.
“¡No!” Lo exclame, a todo pulmón, y sin ninguna clase de vergüenza lo repetí una y otra vez, mientras era arrastrado hacia arriba.
Para mí ya muy agotada consciencia, tal susto fue demasiado, la sensación de movimiento comenzó a ponerse en un segundo plano, mientras un repentino mareo se apoderaba vertiginosamente de mí, todo se volvió lejano, borroso, y los ojos se me comenzaron a cerrar; no podía ser nada menos que un desmayo por el excesivo estrés.
Pero, algo que si llego a mis oídos, mientras la conciencia se deslizaba fuera de mi con una lentitud que en ciertos momentos parecía insufrible, fue un sonido sumamente inesperado, no era la criatura (de cierta manera prefería no ver a lo que me había atrapado, ni tampoco oírlo) pero sí que era un sonido muy familiar: Un convertible, o mejor dicho, el motor de uno.
En mis recuerdos, que tan efímeramente se me pasaron por la cabeza en aquel estado de casí inconsciencia, encontré rápidamente a quien le pertenecía aquel motor que escuchaba tan lejos, y que parecía perderse a cada segundo que pasaba (aunque no estaba seguro de si era dado mi estado, o si se estaba alejando realmente).
“Alfred…” Mis ojos cayeron cerrados en cuanto dije su nombre, pero un retazo de energía se aseguro de que terminase la frase “B-bastardo”
Caí en un letargo profundo e involuntario para finalmente olvidar la situación que me afligía en ese momento; la indiferencia fue absoluta en cuanto la consciencia me abandono.
✠✠
La brisa fría de aquella noche no fue la principal causante de mi despertar; los recuerdos de lo sucedido hacia una cantidad indeterminada de tiempo (bien podrían haber sido unos minutos u horas desde que me desmaye), que se agolparon en la oscuridad de la inconsciencia en la que estaba jugaron el papel crucial en que abriese mis ojos.
…O al menos lo intentase, todo estaba borroso, pero los sentidos regresaron casi al instante, así mismo como el miedo y la incertidumbre: No podía moverme (eso parecía ser una constante tenaz desde que todo el meollo comenzó), pero sentía que en efecto habia cambiado de postura, siendo que ahora no sentía mis pies encima de un suelo solido; estaba en realidad en una posición horizontal.
Apreté los ojos fuertemente para recuperar la vista, acompañe eso de unos estériles intentos de zafarme de esta nueva trampa a la que la criatura me había arrastrado, solo para que estos reportasen una nula efectividad, aunque por otro lado, tras volver a abrir los ojos pude ver (gracias a la luz del astro lunar, aun no h ocultado por las nubes) en frente mío muchos árboles.
Normalmente tal visión no tendría nada de importante en un bosque, y de hecho, sería algo completamente irrelevante si no fuera por dos factores:
Primero estaba la parte de los arboles que estaba viendo, tal cosa añadió una gran dosis de impresión; no fuese para menos dado que solo tenía que echar la vista un poco hacia arriba para ver su final, y después de tal, el cielo: No existía otra explicación para tal situación, estaba suspendido a una altura formidable del suelo, a más de un metro.
Segundo, la cantidad de arboles que veía en frente de mí se contrastaba demasiado a la poca acumulación de robles que había visto en las lindes mientras buscábamos aquel condenado medallón, lo cual enmarcaba que se me había arrastrado bastante hacia adentro de la espesura por el desconocido espécimen.
Y por si fuera poco, me fue posible también darme cuenta de una tercera cosa, algo que retorno aquella palidez que había experimentado momentos atrás, junto a la horrible sensación de pánico reptante en mi ser, la cual demandaba que me liberase sin importar las consecuencias de la subsecuente caída.
Dicha cosa tuvo que ver con la trampa en la que estaba atrapado. Mi mirada temerosa se había paseado por los alrededores, en busca del depredador que me había emboscado, a sabiendas de que no me sería muy posible defenderme en mi estado actual, pero prefería ahora (de la mano probablemente de un pequeño envalentonamiento de docta naturaleza que de golpe se advino sobre mi) verle venir en lugar de que me tomase por sorpresa (ya por segunda vez en la misma noche), y fue ahí cuando, haciendo uso de los muy limitados (o casi nulos) movimientos que podía hacer con cabeza, como bien era el poder girarla muy levemente a la izquierda o derecha, note ciertos patrones, en el “hilo” de la trampa, patrones muy familiares, incluso si los mismos no podían ser apreciados correctamente dada la baja luz o la falta de movilidad de la cabeza.
Los recuerdos de los numerosos libros que leí en preparación para el examen de admisión en la universidad, y de otros tantos volúmenes, regresaron a mi mente que yacía hasta aquel momento solo preocupada por el regreso de la bestia y su eventual consumación de su la cacería que había logrado aquella noche.
“T-telaraña” Lo murmure, el pánico regreso a los niveles de antes de mi captura.
La trampa en la que me hallaba era en efecto la más efectiva de todo el mundo animal: Una Telaraña.
Compuesta de uno de los materiales más resistentes y flexibles, semejante cosa solo puede ser la cúspide de las trampas para las presas de tales seres; caer en cuenta de ello pareció abrir mis sentidos a una sensación levemente pegajosa en mis manos, estando ellas descubiertas, eran probablemente las únicas partes de mi cuerpo que estaban tocando la seda sin ningún aparejo, además de mi cabeza, claro.
Comencé a negar con la cabeza dentro de lo posible, al son de un murmullo-mantra “No, no, no”. Recordé cuantas veces me había reído yo de las insinuaciones de varios videojuegos y películas con respecto a las arañas de gran tamaño, recordé lo absurdo, lo inadmisible que tales imagineros me parecían (al menos en esta época, ya los posibles arácnidos que pudiesen haber existido a lo largo de la historia de la tierra era otro asunto), y ahora como si de un karma absurdamente innecesario se tratase, estaba yo por convertirme en la presa de una.
“De todos los lugares en los que esto podría pasar…” Termine el mantra, aunque ahora hasta yo mismo podía escuchar el horror plasmado en mi susurrada voz “¡De todos los jodidos-“
Escuche algo moviéndose, pare en seco la frase que me estaba murmurando, guarde silencio, la brisa nocturna de esta noche de octubre se había parado; parpadee un par de veces, moví la cabeza levemente, lo más posible, para tratar de encontrar a lo que tenía que ser la criatura, sin éxito.
Los ojos se me movían atentamente en máxima vigilancia, mi respiración era ahora hecha con una acentuada hiperventilación; temeroso del momento en el que saltaría sobre mí, así como también había un muy justificado miedo de si aquel espécimen tendría una de las aficiones más perturbadoras de sus pequeñas homologas: Comer a la presa mientras esta sigue respirando.
“En el peor de los casos” Empecé, aunque en el fondo me preguntaba si no estaba yo ya en tal peor caso “Sera una Heterepoda Venatoria de gran tamaño”
La mente, en horrible sugerencia, solo me hizo agitar más, la idea de que podía tratarse de tal especie me resultaba completamente grotesco; no eran conocidas por otra cosa que por la manera horrible en que mutilaban a sus presas.
Tal pensamiento fue el génesis de un último intento de escape, desesperado, y completamente impulsado por esa idea tan horripilante. No consistió eso en mucho más que en tratar de librarme echándome hacia adelante, él mismo ceso apenas recordé nuevo la altura a la que estaba: De nada me serviría tal acto si me quebraba las piernas y tenía que alejarme a rastras de algo que de momento solo podía caracterizar por su agilidad.
Los condenados sonidos retornaron, ahora acompañados de la sensación de que la telaraña en la que estaba se había movido: No podía ser por otra cosa que por el peso del depredador, que acaba de abordar a su trofeo de la noche.
Mi respiración, hiperventilada, ceso un poco. Las inhalaciones y exhalaciones se hicieron notablemente pausadas; un intento tenaz de tratar de conservar toda la compostura posible en una situación tan horrenda, la cual invitaba decantarse por el pánico y a forcejear entre gritos que de manera certera no serian oídos por nadie.
No habrían pasado más de diez segundos en cuanto le sentí moverse de nuevo, no existía aun un contacto real con el espécimen, pero con el hecho de que estuviese tan cerca era lo suficiente para notar su presencia de manera alarmante; el sudor frio y los temblores no ayudaban a tratar de convencerme de que no estaba ahí, mirándome, aniquilando en la distancia la poca compostura que había logrado acumular a su llegada, devastando mis esfuerzos por no gastar energía en forcejear fútilmente, y haciéndome sentir a cada momento que pasaba una sensación desagradable en la garganta, que no podía ser otra cosa que los gritos de terror que estaba conteniendo.
…Los cuales casi (por muy poco) fueron liberados de mi garganta en cuanto sentí algo afilado y puntiagudo tocarme el hombro, hice unos cuantos sonidos incoherentes a forma de murmullos en un volumen que casi los despojaba de tal condición. Olvidándome de aquel pequeño retazo de valentía que había sentido al recién despertar aquí (cuando pensaba que era preferible verle venir que ser tomado por completa sorpresa), mis ojos se cerraron gracias al miedo, apreté los puños, y espere lo peor.
La cosa puntiaguda (apéndice no identificado de la criatura, la cual por el pánico ni siquiera me imaginaba que aspecto podría tener, o si era la tan temida [], en grandes dimensiones), no realizo una incisión en mi hombro, ni tampoco recibí ninguna mordida o agresión que pudiese esperar de un depredador, en su lugar, sentí como aquel apéndice se retiraba de mi hombro, mi respiración tan espantada no cesó ante eso, dado que si bien no procedió atacando mi hombro, podía bien saber que el cuello era la mejor zona para matar rápido a la víctima, como puede ser conocimiento instintivo en un león el atacar a las gacelas en esa zona para que la cacería no se les dificulte.
Espere entonces, con tan temeroso pensamiento, un ataque en el cuello o en alguna otra zona blanda del cuerpo, pero el silencio, junto a la falta de contacto se prolongaron durante lo que quizá fueran unos pocos minutos, hasta que, rompiendo al fin aquella fase que pareció canalizar toda la tensión del momento en la punta de un alfiler, note un rápido impulso por parte de la criatura, y lo siguiente fue una simple sensación de que eso no solo me continuaba mirando fijamente, sino también que estaba ahora todavía más cerca.
La sentía, estaba ahí, justo en frente mío, la criatura, el horror que me arrastro desde las lindes de la espesura hasta quien sabe qué lugar perdido en las profundidades de la misma, con nada menos que la intención de devorarme, apreté los ojos con fuerza, no queriendo observarle, no queriendo abrir los ojos para observar algo que me quitaría la vida segundos después de verle, el vigor científico (cosa muy común en mis andanzas por cualquier lugar lleno de elementos naturales y que parecía haber retornado levemente) yacía muerto, en el sentido más figurativo posible, sobre un charco de sangre, no dando lugar a cualquier curiosidad que pudiese tener para con el espécimen que me negaba en redondo a mirar ahora.
Pegue un respingo leve (leve en comparación a mi errático respirar), en cuanto sentí como algo de afilados bordes, pero lo suficientemente cuidadoso como para no cortarme, tomo mi mano derecha, levantándola muy fácilmente de aquella pegajosa trampa, con un agarre que ciertamente sería incapaz de yo romper.
“¿Va a empezar destrozándome la mano?”
Solo pensaba ahora en cómo iba a proceder desde ahí, aquel miedo que me había estado atestando hasta estos momentos, el cual pretendía evadir lo inevitable centrándome únicamente en el asunto presente (mi captura y la presencia de eso), se vio sustituido por un terror que estaba ahora meramente enfocado en la imaginería de cómo continuaría este depredador en cuanto probase la sangre que manaría sin control de mi mano en cuanto la mordiese; el cómo continuaría sin parar atacarme hasta que muriese, o bien por la pérdida de sangre, o bien porque de ahí saltase directamente al cuello…o alguna otra zona lo suficientemente frágil.
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Mi mano derecha quedo sujeta por el desconocido apéndice, levantada en el aire, temblando, realizando esos movimientos involuntarios dado el pavor que recorría mi cuerpo. Mientras espera aquel asalto que no se detendría ante nada hasta que eso estuviera satisfecho, maldije, una y otra vez dentro de mis pensamientos, en lo que probablemente serian los últimos segundos de mi vida a los instigadores de esta estúpida e insensata expedición, maldije el momento en el que nuestros caminos se cruzaron, y renegué por completo de cualquier clase de aprecio que pudiera tenerles, y rogué por que los hechos de esta noche les atormentasen durante los años a venir, después de que yo desapareciera y mi cuerpo nunca fuera hallado.
Esperé pusilánimemente y con cierta resignación aterrada el descenso de las fauces de la bestia sobre mi mano, a fin de que esta empezase su festín sangriento, la mera idea de la clase de dolor que sentiría causo que se me helase la sangre, una sensación que reforzó mi radical acción de no verle.
Sentí repentinamente un apretón en la muñeca de la mano alzada, supe que ese era el momento en el que empezaría mi fin, y espere la primera oleada de dolor con una ansiedad que no duro mucho más allá de unos pocos segundos, dado que no fui capaz de aguantar el grito que desde hacia tanto tenia contenido en el confín de la garganta; sucedió en cuanto sentí algo húmedo en la punta de los tres dedos centrales de la mano.
Tal acción vino en compañía de la apertura de mis ojos, fue ello tan espontaneo como el grito en sí, yo esperaba encontrarme o bien a la tan temida Araña cazadora de grandes dimensiones lista para hacerme pedazos, o bien alguna cosa cuasi-informe que estuviese entre una araña y algún engendro monstruoso. Desafío de cualquier clase de evolución animal vista sobre la tierra.
Lejos, sin embargo, en lugar de tal aparición atroz (y para mi total desorientación en la situación), me encontré con otra cosa, no era tal una aberración arácnida monstruosa, ni una Heterepoda venatoria enorme, preparada para separar mis extremidades. La primera cosa con la que me encontré al volver a abrir los ojos fue una escena extremadamente bizarra, lo suficiente como para evitar que siguiese gritando dado la impresión, pero así mismo lo suficientemente desconcertante como para que el pánico y la incertidumbre me siguiesen corriendo por el cuerpo:
Me hallaba yo, como imaginaba aun teniendo los ojos cerrados, sujeto firmemente a la telaraña; con la mano derecha en alza y sujetada por la muñeca con cierta fuerza por lo que había supuesto seria una abominación al mejor estilo de Hollywood, pero, con la realidad a veces defraudando lo que sería la opción obvia, me encontré con algo…diferente.
No tenía nariz. Eso fue en lo primero que distinguí, era algo de apariencia humana, pero tal rasgo dejaba claro que se traba de otra cosa, asi mismo, por aquello que le faltaba, tenia elementos compensatorios por tal ausencia realmente escalofriantes: Un total de cuatro pinzas, siendo la superior izquierda por la que me sujetaba, y unos ojos cuyos irises brillaban en la oscuridad con un fulgor amarillo brillante (en armonía con su pelo rubio, otro detalle extrañamente humano en tal rareza biológica que no se me escapo), coronando su apariencia bestial.
Por último, recaí en lo que explicaba la sensación tan extraña en la punta de los dedos centrales de la mano derecha, la criatura coloco las puntas de los mismos en su boca, y ahora mismo, esos ojos bestiales de amarillo fulgurante me miraban con una gesticulación que realmente no encajaba con la situación.
Tal expresión, lejos de la sonrisa maniaca o la mirada de puro instinto asesino que cabria esperar, era mas bien una de curiosidad; no parecía asomar ni una pizca de sobresalto debido al grito que pegue hacia unos momentos, tal falta de reacción no ayudo nada a que la incertidumbre ante lo que pudiese pasar a continuación.
Tampoco fue de gran ayuda un silencio que se prolongo durante alrededor de un minuto, durante el cual mi respiración, asustada, era quizá, junto a la retornada brisa que hacía sonar muy levemente los arboles, lo único que realmente generaba algún sonido a la mitad de tan tenso momento.
Finalmente, tras lo que para mí se sintió como una hora completa de la mayor incomodidad y miedo que pudiese haber sentido en mi vida, ella opto por hacer un movimiento, no a fin de despedazarme la mano, por suerte, dado que echo su cabeza para atrás al tiempo que soltaba mi muñeca, dejando que mi brazo cayese en la telaraña de nuevo.
Parpadeo entonces dos veces, con la mirada completamente fija en mí. Nuevamente (y como realmente no esperaba que pasase) el mutis que tanto nerviosismo me estaba aportando a mi ya estresada conciencia, regreso, no dejándome realmente mucha mas alternativa que ser yo el que diese la primera palabra.
Mil y un ideas de lo que podría decir, y de cómo decirlo se me pasaron por la cabeza, descartadas inmediatamente quedaron cualquier cosa de remota connotación científica, no era mi deseo que tales pinzas (las cuales, ahora que me fijaba lucían realmente afiladas) se dirigiesen contra mí si se daba cuenta de que pretendía algo, por lo que, al final, ofrecí una simple pregunta, la cual era a fin de cuentas lo único que constantemente se me pasaba por la cabeza desde que pude verle frente a frente:
“¿Q-quién eres tú?” Mi voz emergió de mis labios con un acongojé venido de mi aun latente temor de que en cualquier momento pudiese decantarse por atacarme.
“¡Soy Cordie!” Respondió, sin mucho reparo ni espera a mi pregunta, sonriendo levemente, dejando ver dos pequeños colmillos que asomaban de su boca aun estando está cerrada “¿Y tú?, ¿Quién eres?”
Fue mi turno entonces de parpadear un poco mientras bajaba la mirada, con una sensación repentina de cansancio, generada muy probablemente gracias a todo el barullo que montó conmigo para simplemente aparecerse así, esencialmente colocar tres de mis dedos en sus fauces, y después comportarse de una manera tan poco hostil, aunque no por esa sensación baje la guardia, ni tampoco le hice esperar demasiado.
“Soy…” Me aclare un poco la garganta, algo reseca, a la vez que volvía a mirarle directo a los ojos “Soy Andrew”
Fue lo único que me aventure a decir en cuanto a su pregunta, y formule tal respuesta la saña de no dejar ver cuán asustado estaba realmente, aunque a ella el hecho de que estuviese asustado parecía realmente no importarle mucho, como se manifestó en su reacción a mi nombre, la cual consistió en que sus ojos, tan extraños y anómalos para mí (no tenían reminiscencia alguna de una araña) se ensanchasen en un gesto ciertamente azorante, sobrenatural.
“¡Wau!” Lo exclamo, así justo como lo hizo con su nombre “Suena tan…tan, ¡humano!”
Expuso su entusiasmo de una manera algo infantil para mi gusto, pero realmente no deseaba rebatirle nada, a miedo de hacerle enfadar y que pusiese a trabajar esas pinzas en mi contra, por lo que opte por simplemente emitir un “Ah, Gracias” que nos devolvió a ese silencio incomodo: Ninguno de los dos pareció tener nada mas que decir o preguntar después de ese punto.
Y la cosa se mantuvo así por lo que fueron otro par de minutos, ambos nos mirábamos, el uno al otro hasta un punto en el cual solo se me ocurrió formular la siguiente pregunta que se me vino a la cabeza en adjunto a una pequeña justificación para hacer tal (la posibilidad de que una impertinencia verbal podía hacer que esto terminase en un sangriento festín aun reptaba por mi cabeza) a fin de no molestarle.
“Ehm,” Aclare mi garganta, tratando de realmente no mirar de manera tan directa a esos ojos amarillos “¿Podrías liberarme?, no encuentro muy comodo el hablarte de esta manera, Cordie”
Ella se me quedo mirando durante unos segundos después de mi petición, tardo un poco en procesar lo que dije, lo cual levanto cierta alarma en mí, por unos segundos me imagine que me saltaría encima a hacerme pedazos, pero lejos de una manera de actuar violenta, escuche su voz instantes después.
“¡De acuerdo!” Y hubiera sonreído yo levemente ante el entusiasmo con el que se prestó a liberarme, de no ser por lo hizo en acto seguido a responderme:
Note como rápidamente una de sus pinzas (la inferior izquierda) se dirigió prontamente a un hilo de la telaraña que estaba cerca suyo, no entendí yo al momento su acción, aunque realmente no hizo falta, siendo que al poco de que ella corto dicho hilo, sentí de golpe como la telaraña se venía abajo.
Grite. Certero ahora de que iba experimentar un dolor atroz al romperme más de un hueso al impactar con el suelo, perdí de vista a Cordie por completo, siendo que junto con el hecho de que había cortado la telaraña, recupere la movilidad de mis miembros, por lo que a manera de complemento del pánico que sentía me estaba agitando locamente mientras caia.
No tuve valor de ver directamente hacia abajo pese a los movimientos erráticos, pero sabía que a cada segundo que pasaba el final de la caída me aguardaba, estaba yo cada vez más cerca de un impacto brutal contra el piso del bosque.
…O eso pensé, hasta que de manera espontanea, escuche un sonido repentino que acallo mi algarabía, no lo pude identificar bien, pero los efectos que siguieron a ese sonido los note casi inmediatamente; quede dado a mis movimientos mirando hacia el tan temido terreno que prontamente golpearía con el cuerpo, y dando cuenta de que estaba a segundos de impactar, cerré los ojos lo más fuerte que pude, al tiempo que cubría mi cara con los brazos, solo para ser detenido casi en seco.
La sensación de movimiento se paró de golpe, y sentí como si una especie de arnés se estuviera sujetado repentinamente a mi espalda, dándome un pequeño tirón que en efecto había parado la caída a unos escasos centímetros del suelo, como averigüe al abrir temerosamente los ojos tras unos segundos de inmovilidad.
Sobra el decir que ofrecí un suspiro de alivio extremadamente profundo, seguido de unos murmurados y apurados “Gracias”, que di a lo que fuese que me hubiera salvado de las heridas que me pude haber hecho al caer contra el suelo desde la altura a la que estaba. Pero mis acciones se vieron interrumpidas por una repentina soltura de aquel misterioso arnés; caí de boca al suelo desde esos escasos centímetros.
Aterrice con los brazos hacia los lados, de cara, pero tal cosa realmente no me importo, el shock completamente inherente a todo lo que acababa de pasar realmente tomo efecto a cabalidad; desinteresándome por completo de lo que acaba de pasar, tras unos cuantos murmullos nerviosos en el suelo, me incorporé, para empezar a tratar de remover de mi persona los sobrantes de la telaraña, hacia al cosa en un estado mecánico, como tratando de ignorar lo que acaba de suceder en pos de solo enfocarme en lo que estaba haciendo, como el si el siquiera rememorarlo fuera a-
“¡Hey!” Escuche la joven voz de Cordie desde atrás mío, lo cual me sustrajo momentáneamente de mi conmoción.
Voltee, sin terminar mi mecánica labor, fue justo ahí cuando la vi caer desde arriba, estando ahora ambos separados por una distancia de más de un metro, me era posible el distinguirla ahora en su totalidad, y con un pequeño espasmo del muerto interés científico (que realmente solo yacía así dado a mi mayor interés en salir con vida), tome nota de su insólita apariencia:
Si bien sus anacrónicos ropajes a blanco y negro eran suficiente ya para llamarme la atención, (no lucían tales atavíos de este siglo, y tuve la ligera sospecha de haber visto esas prendas en algún libro de historia, tanto el vestido como su raro gorro), no pude evitar en absoluto en reparar especialmente en las extremidades que denotaban el hecho de que era otra cosa: Ni completamente humana, ni completamente animal.
Ya había yo reparado en las pinzas, siendo estas con las que ella hubiera logrado echarme el mayor susto de toda mi vida, pero no caí en cuenta durante mi breve cautiverio en sus extremidades inferiores, que no podían calificar de otra cosa sino de patas arácnidas. Junto a sus pinzas, le daban un total de ocho extremidades, muy en línea con el hecho de que era alguna especie hibrido, también cabía destacar que el tamaño de tales apéndices inferiores le otorgaba una altura cercana a la mía.
Aunque realmente no tuve el tiempo (ni la voluntad, siendo que cierta cantidad de miedo aun me rondaba la mente) de realmente pensar sobre su aspecto, dado que se aproximo rápidamente hacia mí.
“¿Estás bien Andrew?” Lo pregunto con genuino interés “¿No te deje caer muy fuerte?”
Continué con la acción de sacarme su telaraña de encima, mientras replicaba ahora cierto nerviosismo aun presente, ignorando realmente el hecho de que el arnés que salvaguardo mi vida era su telaraña.
“No no,” Le garantice, mientras regresaba la mirada a mi labor “Solo…solo quiero sacarme esto de encima, estoy bien”
Ella inclino la cabeza levemente, interesada ahora de una manera que solo podría comparar con la de un cachorro.
“¿Quieres ayuda?” Pregunto de golpe.
Mi cabeza se quedo donde estaba, pero mi mirada hecho un paseo por sus pinzas de afiladísimo semblante, las cuales eran también una de las fuentes de mi nerviosismo (probablemente la principal, junto con los colmillos). No me sentía realmente cómodo teniendo tales apéndices capaces de reducirme a pedazos tan cerca.
Sin dejar de tratar de sacarme la telaraña de encima, y levantando la mano izquierda levemente hacia ella, le respondí.
“No, estoy bien, de verdad” Insistí “Solo dame un momento para-“
En un instante, antes de que pudiera poner más objeciones, escuche rápidos sonidos de corte, ella se me había arrimado de manera inesperada, realizando precisas cortaduras en la telaraña que tenia encima, para simplemente regresar a donde estaba tras unos pocos segundos.
“Listo” Dicho por ella como de quien realiza un trabajo muy simple.
Aunque estaba algo azorado por tan repentina violación de mi espacio personal, no entendía concretamente que había echo ella, por mero instinto (mas que por otra cosa) opte por tomar uno de los trozos de telaraña con los que estaba forcejeando hace un momento, y este se solto muy fácilmente, aunque claro tuve que sacudirme un poco las manos para que se callera de estas, dado que si bien no estaba ya unido al resto, aun conservaba sus propiedades adhesivas.
“G-gracias…” Murmure eso lo suficiente como para que pudiera oírme.
“¡De nada!” Sonrió, mostrando ahora el que esperaba fuera el último detalle que me faltaba por observar de su hibrida naturaleza: Una hilera realmente afilada de colmillos incisivos.
Ante esa sonrisa que volvió a ponerme en alerta, asentí, mas por qué no pensase que la estaba ignorando y procediese a atacarme que por cualquier otra cosa, me dedique plenamente a sacarme los remanentes de la telaraña, lo cual, con la ayuda que me prestó al cortarlos, no tardo mas de unos cuantos minutos (en particular dado a que por más que los cortase estos aun retenían sus pegajosas propiedades), aunque tales fueron incómodos, ciertamente, dado que su atenta mirada no cesaba de mirarme fijamente mientras removía yo mismo los pegajosos remanentes.
Mi mirada rehuyó a la suya durante todo la acción, no solo por el hecho de que (siendo ya bastante explicito) me perturbaba, sino también porque no dejaba yo de montarme alguna que otra suposición sobre lo que estaba ella pensando mientras observaba detenidamente cada uno de mis movimientos.
Ninguna de las sendas por las que esos pensamientos vagaban terminaba bien; implicaba más de uno alguna crueldad inusitada que hubiese permanecido oculta detrás de su actitud extraña pero cordial, permitiéndome liberarme y yacer de pie solo para despedazarme en cuanto decidiese que yo no iría más lejos.
Al final, termine la operación sin ningún incidente por su parte, fue ahí cuando volvi a dirigirle la mirada propiamente; aunque ella realmente no estaba mirando a mí ahora mismo, su atención se había transferido hacía otra cosa, su cabeza estaba levemente hacia arriba, justo como sus ojos, parecía prestarle atención algo que no distinguí en cuanto trate de observar hacia donde su mirada se dirigía.
Aunque fuese esta una manera muy rara de cortar la tensión y el miedo que sentía hacia ella, no dejaba yo de preguntarme que estaba mirando: no encontré respuesta a mi pregunta mirando rápidamente hacia los arboles por encima del hombro, pero regresando la mirada, di cuenta de que tal cosa estaba justo delante de Cordie, y era una luciérnaga.
Sus ojos seguían atentamente la luz que apareció en pleno aire; mientras yo emitía un muy bajo “Ah…”, siendo que no entendía tal cambio de atención de una conversación (que bien podía equivaler al primer contacto entre un hibrido de esta clase con un humano) hacia un insecto tan diminuto, cuyo único rasgo llamativo era la bioluminiscencia que producía momentáneamente.
Aun así, no me anime a romper el hechizo bajo el que estaba, en su lugar, tras darle la espalda, ofrecí una atenta mirada a mis alrededores, tratando ahora de encontrar alguna referencia para ver en que lugar del bosque me encontraba exactamente, aunque tal cosa fue realmente fútil, si bien el lugar en el que estábamos parecía tener muy ligeramente menos arboles, aun se notaba que estábamos bastante internados en la espesura.
Un repentino sonido parecido a una fuerte mordida me sobresalto de golpe; no lo suficiente como para provocarme una reacción similar a cuando estaba cayendo, claro, pero si lo bastante espontaneo como para hacerme volver la mirada desde donde había venido el ruido, que no era menos que de donde Cordie estaba parada, mirando la luciernada, la cual no se veía ya por ningún lado, además del hecho de que la misma parecia estar mascando algo.
Entendí mas pronto que tarde que se acababa de zampar la luciérnaga de un solo mordisco, resultaba algo bueno el hecho de que estuviera manifestando predilección por comer otros insectos, cosa que apartaba de mi mente los pensamientos de que en cualquier momento podría terminar como su alimento; decidí dejarla estar degustando su “bocadillo”, mientras regresaba los pensamientos y mi plena atención al gran bosque delante mio, el cual planteaba realmente la duda de cómo haría para regresar a la carretera.
Ciertamente no era una gran idea el encaminarse sin tener idea siquiera de cuáles son los puntos cardinales, por no decir que un bosque a la mitad de la noche puede ser tan intrincando y difícil sortear como un desierto, por más que uno no tenga que vérselas con las perspectivas del siempre cambiante entorno lleno de arena,o la falta absoluta de agua.
Me puse las manos en las caderas; no existía realmente una manera fiable de guiarme dentro del mar de arboles, podría acabar caminando en círculos sin darme cuenta, pensando que he realizado grandes progresos en mi intención de regresar a la carretera…solo para darme cuenta que me topaba con el mismo árbol una y otra vez.
Cruce los brazos; maldiciendo en voz baja el hecho de haberme dejado el teléfono encima de la pequeña mesita que tenia junto a la puerta, todo el asunto de esta noche se me había echado encima sin anticipo alguno, por lo que no fue sorpresa para mí darme cuenta al estar sentado en el convertible de esos dos que no lo tenía encima, justo cuando estábamos saliendo del pueblo.
Escuche los pasos de Cordie aproximarse, aunque realmente no repare en ella (quería, pero realmente logre afincar mis pensamientos en cómo iba yo a salir del bosque, lo cual en cierta manera bajo el nivel de estrés) sino hasta que note por el rabillo del ojo su pelo rubio, además del raro sombrero fuera de época que llevaba.
“¿Qué haces?” Pregunto con genuino interés.
Dude durante unos instantes el si revelar mi intención de irme o no, aunque ya estaba algo más seguro de que no iba ella a atacarme, pero realmente era arriesgarme mucho él revelarle que tenía intención de marcharme; debía de existir una razón por la que nadie le había visto antes, o él porque nadie se hubiera visto atrapado en semejante trampa, de cara a la benévola historia que tenían estos bosques (no recordaba yo el haber leído nada que señalase raras desapariciones o cosas semejantes antes de la mudanza que efectué para proseguir mis estudios), bien el método podría ser una discreción realmente alta, pero dudaba de tal cosa con su rimbombante (¿es esa la manera correcta de describirle?) actitud, no caracterizada por un sigiloso actuar; a fin de cuentas, no parecía haber otras opciones para salir de este lugar que recurrir a su guía, la cual daba yo por hecho sería capaz de orientarme hacia la carretera, después de tal cosa, seria solo cuestión de hacer autostop, si contaba con la suerte de que pasase algún vehículo, por supuesto.
Me torne hacia ella por completo, hicimos contacto visual.
“¿Sabes como llegar hasta la carretera Cordie?” Comencé “Necesito regresar a casa”
La respuesta no tardo.
“Si” Hizo un ademan con los apéndices superiores “Conozco este bosque como la punta de mis pinzas”
Acto seguido, hizo sonar las mismas en rápida sucesión, con moderada fuerza, aunque tal cosa tenia la intención de mostrar su confianza en lo que a la orientación espacial se refería, solo logro que tomase una nota mental muy clara: No hacerle enfadar, bajo ningún concepto.
“Bien,” Junte mis manos en un dichoso gesto amistoso “¿Podrías guiarme?”
“Por supuesto” Ella rápidamente se parto de mi lado y se empezó a dirigir hacia donde yo había estado mirando, solo para volverse un momento hacia mí al darse cuenta que no la seguía “¡Vamos!”
Asentí, mas para mi mismo dándome confianza de que todo acabaría bien esta noche que para indicarle que la escuche, y así me encontré caminando detrás de ella, a través del isotrópico ambiente que era el bosque. Cordie caminaba a un ritmo acelerado (considero que el hecho de tener cuatro patas ayuda bastante a la locomoción, y que lo que ella estaba haciendo era solo caminar), el cual me mostraba yo bastante concentrado en seguir, a fin de no quedarme atrás, pero llego un punto en el cual pareció darse cuenta de eso y aminoro un poco la marcha para que pudiese caminar a su lado, lo cual de cierta manera agradecí, dado al hecho de que me resultaría menos complicado el caminar junto a ella que estar luchando por no perderle de vista desde atras, lo cual resultaría bastante fácil de hacer en un bosque oscuro y pobremente alumbrado por obra de luz de la luna que a duras penas se notaba por entre los árboles de esta profunda zona.
Nuestro trayecto pudo haber sido tal y como había empezado; con un caminar constante y sin efectivamente hablar el uno con el otro, teniendo en cuenta que nuestro único objetivo era alcanzar la carretera. Aunque Cordie era demasiado jovial (a su extraña y algo azorante manera) como para eso, y no tardo en asomar una pregunta para quebrar el hielo como podria decirse por ahí.
“Así que, ¿vives en el pueblo?” Seguíamos andando, claro, pero realmente no pude evitar notar el honesto interés que mostraba.
Fijandome brevemente delante mio para no tropezarme con alguna rama o algo parecido, le consteste mirándole brevemente sin volver totalmente la cara hacia ella.
“Si,” Me metí las manos en los bolsillos del abrigo ante una pequeña ráfaga de fría brisa que paso entre nosotros, la cual no pareció afectar a Cordie, que continuaba caminando a mí lado sin inmutarse “Desde hace unos meses, me acabo de mudar”
De ahí, de la pequeña pregunta trivial, prosiguió una charla cuya duración me sorprendió a mí mismo; la misma realmente no tuvo virtud de ser profunda, pero de igual manera se volvió bastante llevadera, el entusiasmo con el que propinaba ciertas respuestas y preguntas fue suficiente como para arrancarme de las reservas que tenia con ella, no demasiado, por supuesto (no fue tampoco como si ya estuviera hablando con una amiga de toda la vida), pero si lo suficiente como para que casi pareciese una conversación casual entre dos personas completamente normales:
Ella vivía en el bosque, eso si me lo confirmo, pero no menciono mucho mas; también añadió que una disculpa por haberme capturado de esa forma (disculpa que realmente no pedí, ni me atrevería a exigir, pero que igualmente agradeci) y esclareció que el asunto de la trampa se debía a que estaba a la espera de algun bocadillo nocturno, bien fuera tal cosa un ciervo o un jabalí:
“La luciérnaga ha estado bien” Lo comento haciendo sonar sus labios en un intento por aparentemente captar el regusto que dejado por el insecto “Pero voy a tener que buscar en otro lado del bosque una presa de buen tamaño”
De cierta manera era calmante el hecho de ver que su dieta estaba enfocada en animales salvajes, que iban desde los pequeños insectos hasta los medianos animales que pululaban por los bosques, y no parecia haber pista alguna de que tuviera gusto por carne humana. Ciertamente, tal declaración basto para que finalmente me abandonase aquel miedo rondador (y que pese a que me encontrase enfrascado en una conversación amistosa con ella, no había desaparecido de mi mente) de que en cualquier momento se me abalanzase para devorarme.
Los carices que tomo la conversación durante el resto del trayecto fueron esencialmente banales, siendo estos relacionados al bosque y al clima de Octubre, pero igualmente ayudaron a mantener el ambiente con cierta calidez (aunque ya por el entusiasmo que ella presentaba ante mí, la atmosfera se sentía mas viva) hasta que finalmente, tras un periodo de tiempo que relamente me resulto imposible calcular, llegamos a las lindes, donde la carretera era perfectamente visible.
Estábamos aproximadamente a unos cien metros de la misma, el asfalto estaba ligerísimamente alumbrado por la luz de la luna, que era capaz de proporcionar su místico alumbramiento con la ausencia de cualquier contaminación lumínica que pudiese interferir con ella, realzándola ante la vista, cosa que me proporciono un gran alivio interno. Lo suficientemente grande como para sonreír levemente por primera vez en toda la noche.
Tomando la iniciativa que mi propia mente me instigaba a tener (realmente, por lo que quedaba del dia de hoy, deseaba llegar a casa) comencé a recorrer lo que esperaba fuera el último tramo de esta noche antes de encontrarme en la seguridad del pueblo…pero me pare en seco en cuanto note que ciertos pasos de no acompañaban los míos.
Me voltee a ver a Cordie, la cual estaba ahora jugueteando con dos de sus pinzas, pero no se trataba esto de otro episodio como el que hubiera tenido con la luciérnaga, dado que podía notar en sus ojos cierta incomodidad, aunque no supe si se trataba de tal emoción de inmediato, por lo que sin nada que perder, me aventure a preguntarle:
“¿Pasa algo Cordie?” Desande unos cuantos pasos, ofreciendo una mirada con cierto interés.
“…No puedo ir mas lejos,” Hizo un ademan algo timido con las pinzas “¿Entiendes?”
En cuanto dijo tal cosa mire un momento por encima de mi hombro, la luz de luna aun destacaba el asfalto ante el cual tendría que pararme a esperar la buena voluntad de algun conductor que pudiese estar yendo al pueblo, y fue ahí que en mi mente (que no estaba en su mejor estado, pese a que ya cualquier reticencia con de cara a ella se encontraba ausente) entendió muy bien el porque lo puso así:
“No es que no quiera” Me dije a mí mismo “Es que no debe”
Cordie era muchísimo mas discreta de lo que parecia; no se aventuro conmigo a un sitio desde donde pudieran avistarla, y con un aspecto tan llamativo como el que ella tenia, unos faros de automóvil en la distancia bastarían para alumbrar el vestido negro y los apéndices arácnidos de color marron. Una manera bastante fácil de llamar atención no deseada, en particular cuando ella era la única otra persona en esta zona.
Asentí, de la manera mas comprensiva que pudiera adoptar.
“Entiendo” Se lo dije de manera pasiva y amable “Gracias por guiarme, Cordie”
Ella asintió, sonriendo débilmente, aparentemente contenta de que hubiese entendido a lo que se refería sin demasiadas preguntas, pero así mismo notaba en esos ojos suyos que fulguraban de manera tan extraña una emoción adicional que realmente no lograba discernir por completo de la expresión que portaba, aunque me aventuraba a pensar que se trataba de algo cercano a la tristeza, lo cual me intrigó, lo suficiente como para forzarme a mi mismo (cosa que no deseaba hacer) a indagar:
“¿Estas bien?” Pregunte, directo, sorprendiéndome un poco con el tono de preocupación que abandono mis labios.
Cordie fue a hablar, pero las palabras parecieron atragantársele, no dijo nada, pero movia ligeramente las pinzas en señal de inquietud. Bajo la cabeza finalmente, y como pudo, trato de comunicarme lo que le consternaba.
“¿Vas a volver?” Sus ojos volvieron a clavarse en los míos, ahora era evidente que el sentimiento que le atosigaba, tan cercano a la tristeza, era la desilusión “Quisiera, ya sabes, volver a hablar contigo, me gusta mucho la idea de tener un amigo humano”
Me sorprendí bastante ante su pedido, siendo que realmente no se me figuraba dentro de la cabeza (al menos, con como la tenia después de toda la faena que había acaecido dentro del bosque en esta noche) volver durante un largo tiempo; si bien la parte mas docta y dedicada de mi persona ya se encontraba sugiriéndome que era una buena idea el afirmar que volveria, estuve a punto de ofrecer una respuesta lo suficientemente vaga como para que luciese afirmativa, pero en aquel momento, no muy lejos, escuche el farfullo mecánico que no podía ser de otra cosa que un vehículo.
Cordie no se alarmo en cuanto el ruido llego a sus oídos, pero sí dio unos cuantos pasos hacia atrás. Estuve unos segundos mirando por encima del hombro a la distancia, entre los árboles, se notaba como unos los faros de lo que parecía ser una camioneta se hacían mas prominentes y el ruido del motor; señalaba tal cosa que el tiempo estaba próximo a terminarse, por lo que regrese la mirada a Cordie, avance otro poco, y de manera rápida, sin pensarlo mucho, permitiendo que la docta parte mía (aquella ya bastante interesada en ella por motivos de investigación, y que se había levantado de aquel charco de metafórica sangre en el que yacía de mano del miedo y el panico) hablase, le respondí:
“Volveré,” Entrecruce las manos levemente “Volveré, no te preocupes por eso”
El rostro de Cordie pareció iluminarse levemente ante eso, exhibiendo una sonrisa que demostraba que tomó seria y positivamente lo que le acababa de decir, lo cual satisfago a mi mas investigativo Yo, siendo que tal promesa daba carta blanca para un regreso próximo.
Las luces se aproximaban, y yo no estaba dispuesto a desperdiciar la posible oportunidad de realizar un exitoso autostop por lo que le ofrecí una breve y propia despedida, murmurada y apurada, pero que ella pareció captar, dado que me dijo un muy cordial “Nos vemos, Andrew” acompañado de una sonrisa que exhibió de nuevo sus colmillos, a lo que yo asentí, algo más acostumbrado a tal vista. Con cierta prisa recorrí lo que quedaba de las lindes hasta la carretera, no sin dejar de mirar momentáneamente por encima del hombro, confirmando que ella permanecía ahí, observando desde las sombras que las luces de los faros no cortaban.
Salí de entre los arboles con el pulgar alzado; pude determinar que el vehículo ya tan próximo era una vieja camioneta familiar (un modelo de hace ya quizá muchos años) de cuatro puertas, pero no me era posible el visualizar al conductor (y a sus acompañantes, si es que tenia) dado al encandilamiento al que me tenían sometido las luces de los faros delanteros. No me iría yo a sorprender si quien estuviese dentro del vehículo optase por ignorarme y seguir de largo hacia el pueblo, considerando lo entrada que estaba la noche y la realmente mala impresión que puede dar a algunas personas una solitaria alma pidiendo aventón a la mitad de una carretera desierta.
Por suerte, escuche como la camioneta parecía aminorar la marcha, y aunque me considere yo bastante afortunado de que la primera fuese la vencida en este caso, el regocijo de estar un paso más cerca de casa no evito que echase una última mirada por encima del hombro, hacia donde unos instantes estuviera parada la benévola criatura que había conocido por una serie de eventos que en mi cabeza solo podía tachar de infortunios, no se podían distinguir mas los ojos brillantes, ni la silueta tan única que poseía: Se había retirado de la vista lo más pronto posible.
Regrese la mirada hacia delante, la camioneta se detuvo dejando la ventanilla del conductor delante mio, y abandonando momentáneamente el tema de Cordie de cara al urgente asunto de volver a casa, me aproxime hacia la camioneta, haciendo señas de que bajase la ventana para poder explicarle mi situación; quedaba todavía por ver si quería llevarme, así como también estaba el detalle de a cual zona del pueblo se dirigía.