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Café Toussaint

Dentro del café y con solo una puerta doble que conectaba al comedor principal, estaba la enfermería. Para el hombre parado y atado a una columna del café, la vida era corta pero las horas largas y pesadas. El lugarteniente vio la oportunidad de defender la barricada, pidió a la joven matar al traidor por él. -¿Y cuándo planeas disparar?- Preguntó el traidor. -No crea que me aterra. Ya he matado a tres de mis parientes por estar en el bando equivocado, y no me arrepiento. -No, pero ahora se trata de…

El par vio interrumpidas sus dubitaciones éticas cuando un hombre borracho entró y se echó sobre la joven. El traidor, aún amarrado, logró defenderla y noquear al inútil de un rodillazo.

-Veo que prefieres hacerlo con honores.- dijo el policía viendo el cuchillo que la muchacha había agarrado de un estante. Para su sorpresa, la enfermera cortó el nudo, guardando la cuerda para algún otro desgraciado. -Me salvó la vida y prefiero pagarle inmediatamente, así puedo decidir las circunstancias. -Me sorprendes como para unirte a una causa de la cual no compartes sus ideales. -Hice un pacto, soy enfermera y mi trabajo es ayudar a cualquiera que sufre. No me importa el bando, solo cumplo con mi labor. Si no fuera lo que soy, entonces gritaría con pancartas y armas como toda la gente afuera.

-Sí, pero tú eres quien inició esto. Puede que no conozca tu cara ni tu nombre, pero sé que eras su musa. Él te tentó a dispararle para iniciar la revuelta.- Para su sorpresa, la joven sabía de lo que estaba hablando y se quedó callada por un tiempo. Solo podía verle de reojo, amenazándole a seguir hablando. -Tú eres quien la mató. Lo dudé por un momento pero esos ojos cuentan otra historia, no has matado a ninguno de tus familiares, suficientemente inteligentes como para no unirse a esto. Solo me pregunto ¿por qué morderías la mano que te dio de comer durante toda tu infancia? Tú,- le dijo levantándole la mirada con unos dedos huesudos, había algo en él que ella no podía recordar bien, -que solo eres una estudiante de enfermería, ¿por qué tendrías un puesto tan alto, liderando a mujeres más experimentadas que tú, sino porque Él te dejó aquí, jurándote volver?- La enfermera bajó los ojos, no viendo a nada en específico, suspiró y se alejó limpiándose las manos en su delantal blanco. -Mi posición respecto a un hombre no me hace mujer.

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La noche se volvía madrugada y los heridos pasaban, se curaban o se morían. El policía encontró a su batallón en la calle, cruzando la barricada. Muchos rebeldes habían huido y las pocas personas que aún habitaban el café, de no estar armados, identificados o enardecidos, eran declarados inocentes y víctimas del movimiento. Regresaba a ser quien era, un fiel representante de la ley. Al escuchar los balazos dentro del café, la muchacha tomó la primera pistola que encontró pues defendería a aquellos hombres que tenían el derecho a vivir. El policía, decidido a salvar a la enfermera se había ofrecido a checar el cuarto interior, pero para ella ya solo era el hombre que la sacó de la pobreza, enseñándole a leer y escribir, la dejó bajo la instrucción de la reina, que se había visto arrastrado a ser policía y cambiar sus ideales. Aquel profesor que ahora se encontraba del otro lado del arma.

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