—Estoy seguro. Es por aqui— dijo Dhrys, mirando el enorme árbol con más esperanza de la que quería admitir.
—Por los dioses… no te ilusiones, ya hemos pasado por esto— dijo Conrad.
Dhrys ignoró el comentario. Apartó la espesura y su esperanza murió al instante: un espejismo. Otra vez.
Miró a su alrededor, buscando algo que probara que no estaban condenados a vagar en el bosque para siempre. Allí estaba: la marca de su espada en un tronco que él mismo había hecho unos días atrás. Su ojo derecho comenzó a taborillar.
—Ya hemos pasado por este maldito árbol— rugió, el eco de su grito resonando en el bosque.
Conrad observó la cicatriz en la corteza. Si, Era la marca de la bastarda, pensó. pero había algo extraño en ella. Como si lo hubiera echo hace pocos minutos. El bosque de Lando era conocido por jugar trucos.
—Voy a quemar todo este maldito lugar— lanzó Dhrys, como si estuviera desafiando al propio bosque.
—Si cada vez que te frustras decides cortar o quemar algo, no es de extrañar que terminemos así.— Dijo conrad.
—Por lo menos lo estoy intentando. Si no fuera por cada vez que me haces perder el tiempo para comer, ya hubiéramos encontrado el cristal—
—Cada sabor nuevo vale la pena — le dijo. Dhrys tomo una bocanada de aire para calmarse. Conrad continuo —Te lo he dicho. Era mala idea aceptar este trabajo—
—Si no quieres estar aquí, no tienes que quedarte.—
—Claro, porque dejar que te mates tú solo es exactamente lo que quiero. Nunca es buena idea molestar a las fuerzas del Prana—
Dhrys lo miró, la rabia en su rostro se suavizo, aunque no del todo. —¿Y tú crees esas historias sobre el bosque?—
—Creo en lo que veo— respondió Conrad. El viento soplo y agitó su cabello alborotado y su túnica vieja y manchada. Toco levemente su hombro. Dejó escapar una leve sonrisa irónica y resignada.
—Tenemos que pensar con mas cuidado nuestro pasos. No creo que sea muy tarde para retirarnos—
El viento arrastró una enorme hoja de bordes morados, que descendía hacia Dhrys. Con un movimiento desenvainó su bastarda y la hizo pedazos. Siempre había sido de carácter irascible, y las tensiones del momento no hacían más que avivar su temperamento.
—No— le dijo. Era joven, debía de contar con poco mas de 18 años y podría ser perfectamente el hijo de Conrad. Sin embargo, se comportaba con el aire de alguien que debía estar al mando.
Conrad se resigno. Había aprendido hacía tiempo que discutir con Dhrys era como tratar de cambiar el curso de un río.
Dhrys miró hacia atrás, exactamente por donde habían llegado, ya no había rastro del sendero; una extraña vegetación lo había cubierto, borrando cualquier huella del camino. —Continuaremos— Decidió.
—Bueno...—. Conrad suspiró cansado, pero su humor cambio en cuanto vio una fruta de colores brillantes. Sonrió mientras la arrancaba. —Al menos algo bueno saldrá de este desastre.—
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Lando se desplegaba ante ellos como un inmenso territorio salvaje, una frontera ajena al orden del reino de Martal. A cada paso, los árboles se alzaban aún más y sus copas tejían un dosel que apenas dejaba filtrar los destellos del sol.
Avanzaban despacio, sorteando las raíces gruesas que se retorcían por el suelo. Enredaderas colgaban como flecos interminables desde las alturas, algunas rozando el suelo. Cada tanto, se abrían pequeños claros inesperados lleno de arbustos, y plantas de hojas anchas que competian por captar la luz.
El tiempo les obligó a acostumbrarse al aire cargado de humedad y al aroma de la tierra mojada, así como al incesante sonido de los animales, su aullido y ulular que resonaban escondidos en la maleza, mientras sombras atravesaban el dosel acompañadas de gritos estridentes.. Los insectos zumbaban a su alrededor, y las hojas crujían al ser agitadas por el viento, como si el bosque respirara con ellos.
Tras un tiempo entre la densa vegetación, encontraron un prado verde, un verdadero oasis de calma en medio de la maraña de árboles y arbustos. En su centro se alzaba un imponente árbol cuyas ramas se extendían majestuosamente. Era el lugar perfecto para descansar.
El sol se ponía en el horizonte mientras la espada de Dhrys cortaba el aire con un silbido, arrancando pequeñas ramas que servirán como leña. A pocos pasos, Conrad organizaba el área para cocinar, apilando piedras y las ramas secas. De vez en cuando, levantaba la vista hacia Dhrys.
En cuanto termino. Dhrys envaino su espada, sus ojos recorriendo el lugar. Era un sitio sencillo; si algún animal los atacara, podría verlo venir con facilidad.
Conrad avivó el fuego. Las ramas crepitaban lanzando chispas y el caldero ennegrecido hervía lentamente mientras echaba los ingredientes que había recolectado en el viaje: hojas verdes y un puñado de semillas que había encontrado en unos arbustos espinosos.
—Es sorprendente lo mucho que puedes encontrar en un lugar como este—, murmuró. De una bolsa raída sacó mas ingredientes: unas raíces que había desenterrado cerca de un arroyo, una especie de tubérculo alargado con un tono violeta, y hojas verdes con bordes dentados que Dhrys había arrancado sin darse cuenta mientras abría camino.
Dhrys lo observaba, sus ojos se clavaron en el caldo y el movimiento de Conrad. —¿Estás seguro de que eso es comestible?— preguntó.
Conrad sonrió levemente, arrancando las cáscaras del tubérculo con una pequeña daga. — tiene que ser mejor que esas raciones secas que llevábamos.— Partió el tubérculo en trozos y los dejó caer en el agua.
—No se si quiero comer eso— dudo Dhrys. El aroma comenzó a cambiar, llenando el aire con un olor agridulce. Su estómago rugió.
Conrad revolvió el caldo con un palo improvisado, probando un poco con cuidado. —Un poco amargo, pero no está mal. ¿Sabes? Quizá hasta me dedique a cocinar cuando salgamos de aquí.—
Dhrys soltó una carcajada breve, la primera en días. —Cuando salgamos de aquí, jamás comeré algo que cocines—.
—Ven, siéntate. Esto no va a durar caliente mucho tiempo—, dijo Conrad, sirviendo el caldo en dos tazones de madera.
Dhrys miró la extraña sopa verde de Conrad. Se armo de valor y tomó un sorbo. Casi de inmediato soltó un gemido. '¡Puaj!' exclamó, soltando el tazón, que cayó al suelo derramando el caldo.
Conrad Bufo enojado.'No está tan mal' espeto mientras bebía de su propio tazón.
Dhrys se agachó para recuperar el cuenco caído, pero algo llamó su atención. El suelo temblaba casi imperceptiblemente, como si algo estuviera moviéndose debajo de ellos.
Antes de emitir una palabra, el suelo crujió. Raíces gruesas y oscuras surgieron con un movimiento. Una de ellas se enrolló alrededor de la pierna de Dhrys y lo lanzó al suelo arrastrándolo hacia el árbol.
Dhrys pudo tomar su bastarda, con esfuerzo, la clavó en el suelo, buscando el apoyo de su hoja. El acero se hundió ligeramente, lo suficiente para detenerse a pocos metros del arbol.
Conrad reaccionó. Se lanzó hacia la espada, agarró la empuñadura y, con un tajo, cortó la raíz que lo retenía. Esta cayó al suelo y empezó a retorcerse como una serpiente herida.
— ¿Que acaba de pasar? — se pregunto Dhrys.
En cuanto Dhrys logró ponerse de pie, otra raíz emergió del suelo. Esta vez fue Conrad quien sintió cómo se enroscaba con fuerza alrededor de su pierna, arrastrándolo hacia el árbol. La corta distancia dejó a Dhrys sin tiempo para intervenir.
La espalda de Conrad golpeó el tronco, y las raíces no tardaron en envolver su cuerpo. Poco a poco, el árbol comenzó a absorberlo, como si el tronco y él se fundieran. Desesperado, Dhrys trató de liberarlo, pero una nueva raíz, esta vez descendiendo desde lo alto, se enroscó alrededor de sus piernas. En un parpadeo, lo elevó en el aire, dejándolo colgando boca abajo. El mundo se volteó ante sus ojos, y al mirar hacia abajo, vio cómo su espada caía al suelo.
La corteza, que ya había comenzado a adherirse a su piel, quedó suspendida. El cuerpo de Conrad parecía quedar atrapado en un limbo, medio absorbido por el árbol.
—¿Conrad, Estas bien? Puedes hacer algo? — preguntó Dhrys.
Conrad forcejeó para liberarse, pero era inútil. Tras unos segundos de intentos frustrados, se detuvo.—No — respondió. Miró a Dhrys, que seguía colgando sobre las raiz como un péndulo.