Un mundo donde los humanos nunca gobernaron, un mundo dividido en diferentes reinos, criaturas y realidades. Las criaturas de este mundo místico nunca se interesaban por el resto de especies, nunca habían interactuado con una que no fuese de su propia especie, pero eso estaba a punto de cambiar. Un bosque gigante y un mar gigante, estos dos estaban tan juntos, como tan alejados, pues en cada uno de ellos vivían especies distintas.
Una criatura marina nadaba por las profundidades de este inmenso mar, nadaba despreocupadamente, esta pequeña criatura tenía la cabellera negra como la noche, una cola escamosa y celeste como el mismo mar, un celeste oscuro hermoso. Ella se mecía con las profundidades de este mar, mientras se acercaba al arrecife se podía apreciar las diversas aletas que descendían de su cola marina. Esta criatura se acercó a una de las rocas que yacía en una de las mareas bajas de este mar, se recostó en la roca y, como era una noche de luna llena, su piel resplandecía como el color de un coral.
Mientras esta disfrutaba de la vista de la grande luna, abrió sus labios y soltó una melodía armoniosa, una armonía encantadora. Disfrutaba de su propia melodía mientras realizaba movimientos delicados con su cola, marcando la marea baja como una expresión de su disfrute.
Minutos antes del espectáculo de la melodía, en el profundo bosque a los pies del inmenso mar, una criatura terrestre vagaba. Aunque tenía hermosas alas que se alzaban desde su espalda, su piel era especialmente pálida. Su cabellera era tan blanca como el resplandor de la luna, y su delgado cuerpo estaba cubierto por una extraña cascada de brillo que comenzaba en sus hombros y descendía hasta sus pies. Ella vagaba en la oscuridad del bosque que parecía conocer con insistencia, estaba dando pequeños pasos en las raíces de los grandes árboles, cuando de repente llegó una melodía hasta sus oídos, esta curiosa por naturaleza, siguió el melodioso sonido.
Los ojos grandes de esta criatura del bosque se abrieron de par en par al ver a aquella otra criatura marina. La luna, la roca y el mar, hacían una combinación poderosa con la presencia de aquella que producía la melodía, aquella criatura alzó sus grandes y resplandecientes alas para iniciar el vuelo hasta aquella figura marina, pero ante el sonido y el resplandeciente brillo, la criatura marina se puso en alerta y, antes de que pudiera verla bien, salió con todas sus fuerzas hacia el mar, nadó lo que más rápido pudo hasta las profundidades y, cuando se sintió fuera de peligro dejó de mecer su cola.
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Por otro lado, la criatura del bosque se posó volando en la marea baja, debido al brillo que estas emitían, la cantante de las aguas podía ver desde las profundidades la figura de la criatura de la naturaleza, después de observarla y no percibir peligro de ella, decidió nadar lentamente de regreso a la marea baja, se acercó por detrás de una roca y le vio allí volando encima de las olas, buscando lo que la había atraído hasta allí.
La musa de las olas se dejó ver por este ser luminoso del bosque, pues su presencia también le traía curiosidad, la pequeña guardiana de los bosques voló hasta la cola de este encanto marino. La criatura marina un poco asustada dejó que aquella criatura voladora examinara su cola celeste, y después de unos minutos aquella voladora resplandeciente se volteó ligeramente y le enseñó sus alas a la criatura de cabellera oscura, esta guiada por la curiosidad, tocó lentamente sus alas brillantes y después de unos minutos ambas se sentían cómodas con la presencia de la otra.
En estas dos diferentes, pero unidas criaturas, nació un vínculo después de pasar soles y lunas jugando entre el viento y las olas. Pero debía haber una razón del por qué las diferentes criaturas de este mundo no se relacionaban. Después de pasar tiempo juntas durante amaneceres y atardeceres, se dieron cuenta de que su vínculo se fortalecía, pero esto las debilitaba. La criatura marina pertenecía a las profundidades, no a la marea baja. Y por el otro lado, el lugar de esta criatura terrestre es en lo profundo del bosque, no volando libremente encima de las olas. Para preservar su esencia debían separarse. Así lo hicieron, pero la criatura marina anhelaba estar junto a ella. En un intento desesperado por llegar al bosque, se convirtió en espuma y su esencia se disipó. La criatura del bosque nunca se enteró de esto, pero su brillo se había extinguido considerablemente.