El viento arrastraba polvo entre las ruinas de lo que una vez fue un hogar. En la distancia, la columna de humo se alzaba como un triste recordatorio de lo que había sucedido esa noche. Kael observaba desde la colina, sus ojos fijos en las cenizas que se esparcían por el aire, aún frescas por el reciente desastre. Su pueblo, su vida, todo se había desvanecido en un abrir y cerrar de ojos.
A su lado, los demás sobrevivientes caminaban en silencio. Ninguno de ellos decía palabra alguna, como si hablar fuera una traición a los que ya no estaban. Había familias completas que habían desaparecido esa noche, y cada rostro reflejaba el mismo vacío. Miradas vacías de dolor, de incredulidad, de pérdida. Nadie había quedado ileso, pero todos habían sido marcados por la tragedia.
Entre ellos, Kael se sentía como un extraño. Su padre, un miembro respetado de la Alta Guardia, había caído en combate junto a aquellos que intentaron defender la aldea. Kael lo había visto, su figura caída sobre el suelo, una de las pocas que aún mantenía la dignidad mientras los cuerpos se apilaban a su alrededor. Había sido una horda de criaturas, sí, pero lo que nadie comprendió fue que no eran criaturas cualquiera. No actuaban por instinto, no eran simples bestias. Había algo más: una presencia, una inteligencia detrás de ellas, que guiaba su ataque con una precisión aterradora.
Kael había sido el único sobreviviente. El único testigo de la verdadera magnitud de la tragedia, y el único que había visto la cara de la criatura que había dirigido la matanza. Pero eso no importaba. Las palabras que le dijeron después eran lo único que aún retumbaba en su mente: "Tu padre fue un inútil. No pudo protegernos de un ataque tan simple."
La mirada llena de desprecio del alcalde aún se mantenía fresca en su memoria. Pero no era solo él. Cada uno de los otros sobrevivientes, entre ellos las familias que habían perdido a sus seres queridos, lo miraban con la misma desconfianza. Como si, de alguna manera, la culpa de la muerte de sus padres, hermanos y amigos recayera también sobre sus hombros.
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En su viaje de regreso a la ciudad, Kael vio la señal. La inscripción que llevaba años esperando. La academia. Un lugar donde las habilidades se perfeccionaban, donde los guerreros se formaban y donde él, aunque sin habilidades de combate, podría finalmente ganar el respeto que su padre había perdido. La oportunidad de recuperar el honor perdido.
Pero el destino, siempre caprichoso, le tenía preparada una sorpresa. Cuando su habilidad despertó, Kael se encontró con algo que no había esperado: Bolsa Dimensional. Una habilidad útil, sí, pero en el mundo de la academia, nada más que la de un cargador o transportista. No serviría para ganar batallas ni para hacerle frente a las criaturas que asolaban el mundo. No serviría para recuperar el honor de su padre.
Entonces, mientras su corazón se llenaba de frustración, sucedió algo aún más extraño. En una excursión, encontró una esfera extraña, una esfera de gachapon, en medio de un antiguo museo lleno de artefactos olvidados. Al abrirla, algo en su interior cambió su destino para siempre. Una habilidad que no conocía, que no había sido registrada en ningún lugar, apareció ante él: Conquistador Olvidado. Un poder misterioso que le otorgó un tercer slot para habilidades. Un poder que podría llevarlo a más de lo que jamás imaginó.
Pero esa habilidad, como todo poder antiguo, traía consigo secretos oscuros y una responsabilidad que Kael aún no comprendía. Y mientras las sombras del pasado se mezclan con los susurros del futuro, Kael se dará cuenta de que lo que cree conocer sobre su mundo, su familia, y las habilidades olvidadas, está a punto de cambiar para siempre.