Al amanecer Reik y sus aliados ya estaban preparados para su aventura hacia el Valle Sombrío, lugar donde una gran batalla les esperaría.
—Oye Tharion espero des la talla en esta batalla. —dijo Laira riéndose.
—Tus bromas dejaron de hacer gracia antes que vinieran los demonios, espero y no te mees cuando veas uno de frente. —contestó el enano ocultando su miedo a lo que estaba por venir.
—Tomen en serio este viaje y dejen las bromas atrás. —dijo Reik.
Han pasado ya trece largas horas desde que emprendieron el viaje. El paisaje a su alrededor ha cambiado lentamente, los primeros rayos del sol han dado paso a un cielo nublado y gris. El camino se siente cada vez más pesado bajo nuestros pies, y aunque nadie lo dice en voz alta, el cansancio se refleja en los rostros de todos.
—Vamos a descansar un rato, creo que todos lo necesitamos. —dijo Kaiser.
—Tenemos que llegar cuanto antes, cuanto más tardemos menos tiempo le queda a la gente del reino y sus alrededores. -dijo Reik alzando la voz a Kaiser.
—No lograremos nada si llegamos agotados; cometeremos errores y seremos mucho más lentos si surge algún fallo en nuestro plan. —contestó Kaiser.
—Tiene razón, Reik ten paciencia.. —dijo Laira posando su mano en el hombro de Reik.
—Lo siento.. Tenéis razón, estoy siendo egoísta. No es mi intención poneros en peligro. —dijo Reik en voz baja mientras agachaba la mirada.
—Tranquilo, Reik, no es necesaria la disculpa. Tu intención es noble; quieres salvar al reino, y no cualquiera tendría el valor para algo así.
Tras aquella conversación, el grupo se sumió en un silencio reflexivo. La tensión que flotaba en el aire se fue disipando poco a poco, y el cansancio acumulado comenzó a hacerse evidente.
Uno a uno, se sentaron, apoyando sus mochilas contra las rocas y troncos cercanos. A pesar de la serenidad del entorno, todos mantenían la guardia alta, atentos a cualquier sonido que indicara peligro en la oscuridad del bosque.
Kaiser, quien había permanecido en silencio tras las últimas palabras, se levantó lentamente de donde estaba sentado. Sus pasos apenas hicieron ruido mientras se acercaba a Reik, quien, con la mirada perdida en el horizonte del bosque, parecía sumido en sus pensamientos.
—¿Reik, puedes venir un momento? —le pregunto Kaiser.
—Si, claro. -contestó Reik con curiosidad.
Se fueron caminando sin decir ni una sola palabra alejados varios metros del grupo, y de pronto se pararon frente a un árbol enorme.
—¿Te puedo hacer un par de preguntas ? —preguntó Kaiser, con un tono que denotaba la importancia de lo que estaba a punto de decir.
—No tengo ningún inconveniente en responderte, así que adelante. —contestó Reik.
Reik tenía mucha curiosidad, ya que al parecer Kaiser le conocía y no parecía que lo conociera solo de vista. Más bien parecía que tenían algún tipo de vínculo, ¿pero qué tipo de vínculo era ?
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— ¿Cual es tu mayor deseo?
—Destruir a los demonios.. -contestó Reik.
—¿Estás seguro de tu respuesta? —Insistió de nuevo kaiser esperando una respuesta más sincera.
—Está bien, mi mayor deseo es ser el más poderoso del reino y proteger a todos, sean humanos, elfos u otra raza. —contestó Reik con una mirada de determinación.
—Esa respuesta es la que esperaba, genial.
— Bien, ¿y la otra pregunta? ¿cual es? —preguntó Reik.
—¿Estás preparado para arriesgar tu vida constantemente hasta llegar a ser el más poderoso?
—Estoy más que preparado, haré lo que sea necesario día a día hasta conseguirlo. —contestó Reik con emoción y determinación.
—Entonces creo que es el día y momento perfecto, es hora de entregarte algo que te pertenece.
—¿Algo que me pertenece ? —preguntó Reik con asombro.
—Esto te pertenece por derecho de sangre.
Kaiser lentamente extrajo de su abrigo de cuero algo que estaba envuelto en un pañuelo de terciopelo y extendió sus brazos hacia Reik.
—Toma, Reik —dijo Kaiser con voz grave—. Ha llegado el momento de que la portes.
En ese momento Reik agarró el pañuelo y con cuidado destapó lo que escondía en su interior.
Era una espada con una hoja muy fina y afilada con símbolos extraños y de apariencia muy antigua.
—No entiendo. ¿Me dices que me pertenece por sangre y me regalas una espada la cual parece que se puede romper fácilmente? —preguntó Reik.
—Te aseguro que te pertenece, confía en mí. No es una espada cualquiera. —contestó Kaiser.
—¿Entonces explícame? ¿Por qué me pertenece por derecho de sangre? ¿Qué es lo que sabes sobre mí y mi pasado que ni siquiera yo conozco? —preguntó Reik, con una mezcla de frustración y curiosidad en su voz.
—Estás preparado para combatir a los demonios, pero todavía es pronto para responder a esas preguntas, la respuesta la tendrás pero no es el momento de ello todavía.
Reik frunció el ceño, consciente de que había todavía mucho por averiguar.
—Vale, esperare pero asegurate de no morir sin contarme todo y con detalles. —dijo Reik.
—No te preocupes, no tengo pensado morir. —dijo Kaiser con una sonrisa.
—Gracias por la espada. —dijo Reik finalizando la conversación.
Reik y Kaiser volvieron con el grupo finalizada su conversación la cual trajo más dudas en Reik que respuestas.
Aprovecharon todos para comer y descansar, pero no tuvieron mucho tiempo..
Al poco tiempo de acabar de comer estuvieron descansando, incluso algunos estaban roncando bien fuerte, en ese mismo momento Reik, Kaiser y algún guerrero más se despertaron.
—¿Notáis esas presencias? —dijo Fain.
Fain un hombre considerablemente alto y con un cuerpo robusto y fuerte, seguramente uno de los más fuertes entre nosotros.
La tensión en su voz y el temblor en su cuerpo eran inconfundibles, revelando el impacto que las presencias siniestras que percibía estaban teniendo en él. A pesar de su impresionante fortaleza, la amenaza que sentía era palpable y, al instante, el resto del grupo se puso alerta, comprendiendo la gravedad de la situación.
—¡Despertaos todos! Agarrad vuestras armas y preparaos en posición defensiva. —Grito Kaiser.
Su tono no admitía dudas, y en un instante, el grupo pasó del letargo del descanso a una preparación tensa. Los guerreros se levantaron de inmediato, cada uno empuñando sus armas con rapidez.
—Tharion, Laira. ¿Estáis preparados? —preguntó Reik.
—¡Sí! —respondieron ambos al unísono, con una determinación palpable en sus voces.
En ese mismo instante Reik empuño la espada que le había dado Kaiser con firmeza.
De repente, sin previo aviso, un guerrero que estaba justo detrás de Reik desapareció entre gritos, arrastrado por algo invisible.
—AHHH, ¡¡AYUDA!!
—¡Solid! ¡Respóndeme! ¿Estás ahí? —gritó Kaiser, su voz cargada de urgencia, buscando a su compañero en medio de la creciente inquietud.
Pero no hubo respuesta, solo un silencio opresivo que envolvía el campamento. Kaiser le conocía desde hacía varios años y como era lógico se preocupó en gran medida por su amigo.
—¡Cálmate, Kaiser! Mantén la cabeza fría y no te dejes llevar, o moriremos todos —dijo Reik con voz firme, tratando de imponer control sobre la situación.
La tensión en el aire era palpable, pero Reik sabía que perder el control en ese momento solo los llevaría al desastre.
—¡Fuego, necesitamos fuego! —dijo Laira.
En ese mismo momento, varios compañeros encendieron rápidamente sus antorchas. Gracias a esto, pudieron ver más allá de lo que sus ojos apenas alcanzaban a ver unos segundos antes. Cuando las llamas iluminaron gran parte de la oscuridad a su alrededor, no podían creer lo que estaban viendo.
—¿Qué son esas cosas? —dijo Tharion.
Con un cuerpo delgado y alargado, este ser se mueve como una ráfaga de viento, casi invisible a simple vista. Su piel es de un negro profundo, cubierto de pequeñas escamas iridiscentes que le permiten fundirse en la oscuridad de la noche. Sus garras, finas y afiladas como cuchillas.
—¡Prepárense! Estos son los primeros demonios con los que nos enfrentaremos, los llamamos Demonios Sombra, y son los más débiles. Si queremos recuperar el reino, tendremos que enfrentar cosas mil veces peores que estos seres. —dijo Kaiser, animando al grupo.