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Un buen primer dia

Hoy es el gran día:

El primer día. Desperté justo antes que el despertador, sin poder contener mis nervios. Todo ese tiempo en la academia policial, todos los manuales que tuve que memorizar para aprobar el examen, todo valdría la pena para esta nueva vida, para hacer lo que siempre quise desde niño. Todas esas fantasías sacadas de historias de sheriff y justicia que leía desde niño se harían realidad desde hoy.

Me levanté como si la cama me quemara y empecé recortando mi apenas existente barba. Tenía la esperanza de presentarme en la estación como la nueva promesa, el nuevo gran talento, y para eso, qué mejor que lucir impecable. Abrí una nueva lata de cera para el cabello, pensando si tal vez la gorra del uniforme impediría que alguien lo notara. Momentos después, me dije: "mejor preparado que lamentar; hoy es el primer día y, como siempre, la primera impresión es la que más dura".

Me miré al espejo, feliz con cómo me quedaba el chaleco azul oscuro con la camisa blanca. Incluso mis botas lustradas brillaban; todo genial, excepto la corbata. Miré a los lados, donde la había dejado el primer día, y sin corbata lo único peor sería olvidar mi arma antes de un tiroteo. Busqué con la mirada y nada... Busqué por toda la habitación, cada vez más frustrado y resignado a tener que comprar una nueva, cuando vi que estaba colgando de la perilla, como si se burlara de mí. Malhumorado, la tomé y me dispuse frente al espejo, mirando el reloj. Sabía que un desayuno sería imposible ahora mismo, pero aún tenía suficiente tiempo para llegar puntualmente a la estación. Bajé las escaleras del edificio de departamentos a toda prisa para luchar con la maldita cadena de mi bicicleta. Una vez libre, empecé a pedalear con todas mis fuerzas; no llegaría tarde el primer día.

Crucé las calles a toda velocidad, mirando de vez en cuando un auto con ligera envidia: un Ford Mustang 1964. Algún día tendría esas ruedas a mi mando, pero por ahora, esta bicicleta que monto sería mi mejor amiga. A solo dos calles de la comisaría, encadené mi bicicleta y me puse en marcha, agradecido de no ser modesto con mi cera para el cabello. Me detuve justo antes de entrar. Es el momento, el inicio. Me puse el sombrero del uniforme y, con ambas manos, abrí las puertas mientras contenía la respiración.

—¡Buenos días! —Sentí las miradas de todos en la comisaría y no pude evitar sentirme idiota. ¿Quién grita "buenos días" a todos al entrar en una comisaría? No es una maldita escuela!

La vergüenza debió ser evidente en mi rostro pálido, y sentí cómo mis mejillas se coloreaban mientras caminaba al primer mostrador, un poco vacilante.

La mujer al otro lado del escritorio me miró bajando un poco sus gafas antes de darme una leve sonrisa y, con una voz dulce pero firme, me dijo: —Eres el nuevo, tranquilo, no eres el primero que hace el ridículo el primer día... aunque sí el primero que lo hace apenas entrar—. Sentí cómo mis mejillas ardían de vergüenza antes de que aquella dama continuara: —Tranquilo, solo me estoy metiendo contigo. Sigue por la derecha y pregunta por Michael. Lo reconocerás, es rubio y tiene nariz de águila—.

Después, la mujer reajustó sus gafas y volvió a examinar sus papeles. Demasiado avergonzado con cualquiera que estuviera cerca de la entrada, empecé a caminar por el pasillo esperando que la vergüenza de mi entrada solo fuera captada por los pocos oficiales de la puerta y recepción. Captando una que otra mirada, seguí caminando hasta encontrar una gran habitación con varios escritorios, buscando al tal Michael. Al llegar al final, supe que tal vez agregar "alto como un árbol" debió ser lo primero en la descripción que me dieron.

Mis ojos se abrieron cuando vi al hombre de más de 2 metros mirarme a la altura de los ojos a pesar de que él estaba sentado y yo de pie. Siempre me consideré alto con 1 metro 77 cm, pero este tipo medía como mínimo 7 pies. Tímidamente, con una voz más aguda de lo que me gustaría, dije: —¿Michael?— El gigante me miró con unos ojos azules que me hicieron sentir desnudo y débil antes de poner una mueca cansada y decir: —Nancy siempre me manda a los nuevos... Muy bien, novato, tu primera misión es darnos la energía para mantenernos despiertos y funcionando todo el día. Tráeme un expreso doble y cinco donas—.

Después de eso, se dio vuelta en su silla y empezó a revisar sus papeles. Durante unos segundos estuve a punto de decirle que fuera por sus propias donas, pero cuando miré el tamaño de sus manos comparadas con el papel, supe que una palmada "amigable" podría ser más de lo que uno puede imaginar. Y después de todo, no tenía amigos en este lugar; lo peor que podría hacer es caer del mal lado del tipo que recibe a todos los novatos. Además, la mujer, que ahora sé que se llama Nancy, no me mandaría con este tipo si creyera que me haría algún daño, ¿verdad?

Con esto en mente, me retiré sin armar escándalo, y absolutamente el miedo del tipo enorme no tuvo nada que ver. Mientras llegaba a las puertas, Nancy me hizo un gesto de diversión antes de que saliera. Caminé algunas calles mientras pensaba que tal vez esto podría ser una oportunidad. Después de todo, mi padre decía que las dificultades son oportunidades. Y mirando la tienda de donas, recordé que yo tampoco había desayunado. Tal vez no fui el único...

Al entrar en la comisaría con cuatro cajas de donas y diez cafés, observé las miradas curiosas que se transformaron en miradas de aprobación mientras empecé a repartirlos. Incluso más de la mitad insistieron en pagar algo. Con suerte, esto borraría mi entrada vergonzosa y me pondría bajo una mejor opinión. Incluso Nancy me agradeció y me guiñó un ojo.

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Cuando llegué al escritorio de Michael, apenas pude salvar dos cafés y la última caja de donas. Me miró con menos severidad antes de hablar: —Nada mal, novato, sabes hacer las cosas en equipo—. Por supuesto, no dudé que trataría de justificar su supuesta misión como una prueba para el novato, pero él no tenía que saber que yo lo sabía. Mientras pude comer dos donas, observé con asombro cómo Michael prácticamente aspiraba el resto de la caja de donas. No pude evitar sentir fascinación por cómo no se atragantó.

El resto del día fue normal. Aunque traté de conversar con Nancy, ella parecía realmente ocupada. Parece que el primer día solo tendría de especial que el novato repartió donas. Empecé a sentir que los primeros golpes de sueño llegaban a medida que se ocultaba el sol a través de las ventanas, lo que me hizo saltar cuando las puertas de la comisaría se abrieron de golpe y una mujer que llevaba un vestido amarillo corrió hacia el mostrador de Nancy. La mujer tenía una mirada inquieta y parecía realmente aterrada, como si la muerte la persiguiera.

La mujer parecía realmente inquieta, balbuceando sobre que alguien quería matarla. Nancy intentó tranquilizarla antes de hacer una seña a Michael para pedir ayuda. Cuando el gigante se puso de pie, supe que mi suposición sobre su altura era correcta. Un poco más de altura y sospeché que necesitaría caminar encorvado para pasar por las puertas principales de la comisaría. Cuando Michael se acercó, la mujer del vestido pareció estremecerse, pero cuando el rostro del gigante se acercó a la luz, pareció más tranquila. Sinceramente, fue lo opuesto a lo que esperaba que pasara. Tal vez juzgué mal; después de todo, él tiene más experiencia en eso de proteger y servir. Tal vez más tarde le pregunte acerca de cómo calmar a la gente, pero por ahora mi nueva misión designada por Michael es escribir todo lo que diga la mujer del vestido. No pude evitar darle una mirada a Nancy, preguntándole si este no era su trabajo, a lo cual solo volví a recibir una mueca burlona.

Entonces, la mujer del vestido se calmó después de cuatro vasos de agua y tres minutos de Michael asegurándole que él la protegería de quien la estuviera buscando. Solo entonces ella empezó a hablar: —Mi nombre es Susan… Susan Williams… Mi novio… está raro desde que—. La mujer hizo una pausa antes de hablar con un poco de vergüenza: —Desde que me embaracé… Al principio creí que él estaba feliz por nuestro hijo, por lo menos el primer mes, pero se comportó diferente, casi eufórico. No paraba de hablar de lo feliz que estaba, pero empezó a llamarlo "sangre de su sangre, carne de su carne". Intenté seguirle el juego diciéndole que también tenía mi sangre y se quedó en silencio un rato y me miraba muy raro… Él estaba feliz, pero no conmigo. Me sentí incómoda, tanto que intenté ir a casa de mi madre, pero en cuanto se lo comenté, se puso como loco y me encerró en nuestra casa… Traté de hablarlo, le rogué que se detuviera, pero solo me ignoró y bloqueó las ventanas. No sé por qué cambió tanto, pero él no es el hombre del que me enamoré… Y bueno, intenté forzar la puerta… Él—. Ella dejó de hablar y empezó a levantar su manga, revelando múltiples moretones del tamaño de manzanas alrededor de sus brazos. Después miró a Michael y continuó con su historia: —Él dijo que si intentaba escapar de nuevo, me sacaría a nuestro hijo a la fuerza. Solo tengo cinco meses de embarazo, pero él lo dijo tan en serio… Yo no lo pude soportar y salí por las puertas del ático cuando él salió por comida. Pensé en ir a casa de mi madre, pero… bueno, pensé que sería mejor venir con ustedes—.

Nancy se quedó en silencio y Michael estaba rojo de furia cuando la mujer terminó. El silencio era opresivo, pero Michael fue el primero en hablar: —Novato, vienes conmigo. Nancy, llévala al cuarto seguro—. Empezó a caminar hacia el pasillo de la izquierda sin dejar de caminar cuando Nancy replicó: —¿Y no se te olvida decirle al jefe?— Michael no se detuvo mientras contestó: —No voy a perder la oportunidad de emboscar al bastardo. Novato, no te retrases—. Miré a Nancy, pude ver cómo suspiró resignada mientras empezaba a guiar a aquella mujer al pasillo de la derecha. Cuando me di cuenta, estaba solo en el pasillo. No me tomó mucho decidir seguir a Michael; después de todo, para esto estoy aquí, para la justicia, ¿no?

Michael sacó unas llaves y abrió la puerta de seguridad detrás de la armería de la estación. No pude evitar quedar sorprendido por la vasta cantidad de escopetas y revólveres. El gigante me dedicó una mirada antes de girarse y empezar a cargar una escopeta Remington 870. Mientras él cargaba los cartuchos, dediqué una mirada a lo que tuve más confianza y saqué un revólver Smith & Wesson modelo 10 y dos cajas de balas. Empecé a cargar con la caja que tenía el .38 y comencé a cargar un cinturón de munición. No pude evitar notar una mirada severa de Michael cuando él terminó de equiparse y yo todavía no había terminado de llenar mi cinturón. No pude resistirme a intentar llenar el vacío de silencio con charla: —¿Entonces cuál es el plan?—

Michael me miró con esos ojos azules gélidos y no pude evitar pensar en cómo demonios se veían cálidos para la mujer del vestido. Él no dijo nada; tal vez no podía arruinar lo que no sabía o solo seguiríamos el protocolo y no valía la pena comentarlo.

Una vez cargado y listo, me puse de pie y Michael no perdió el tiempo y se puso de pie junto a la puerta de seguridad. En cuanto pasé, él la cerró con llave y caminó a paso rápido. Al llegar al escritorio de Nancy, frente a la puerta principal, al ver sola a Nancy, Michael se detuvo y le preguntó: —¿Cómo está ella?— Nancy respondió con un gesto de más o menos, a lo que Michael solo asintió y reanudó su paso.

Al salir de la comisaría, entramos en el coche patrulla, un Plymouth Fury 1958, y tuve que contener una pequeña risa al ver a Michael doblar las piernas cerca del pecho mientras manejaba el vehículo. El camino fue silencioso y muy incómodo, pero estaba a punto de entrar en acción por primera vez. Llegó el momento de hacer justicia, pero no podía quitarme de encima la sensación que obtuve al ver los moretones de la mujer del vestido. Pero tenía que concentrarme; no es como si disparáramos a matar en cuanto lo veamos, ¿verdad? Me sentí de repente menos audaz al considerar que tal vez esta noche alguien podría morir y yo podría ser quien apriete el gatillo... No, no, no, Michael no me pondría a disparar a alguien desarmado, a menos que no esté desarmado... Bueno, eso cambia la perspectiva. Tal vez también podría morir yo o Michael. Esto no está bien, debería pedir refuerzos. Sí, refuerzos era lo correcto, pero cuando me acerqué a tomar la radio, Michael me detuvo: —Novato, ¿qué haces?—

Me congelé y respondí tres segundos después: —Pedir refuerzos—.

Michael levantó una ceja antes de responder: —¿Por un incidente de violencia doméstica?— Me quedé un segundo pensando y me sentí avergonzado al instante. Solo pude quedarme en silencio el resto del tiempo. Al llegar a la casa, ambos bajamos y al golpear la puerta ya estaba abierta. Adentro parecía que alguien tan grande como Michael había hecho una rabieta. Michael se quedó en la puerta unos segundos antes de entrar en silencio con la escopeta apuntando al frente. Después de recorrer todas las habitaciones mientras yo me quedé en la puerta, salió a paso apresurado y subió a la patrulla. Inmediatamente copié su acción y él empezó a conducir mientras accionaba la radio, preguntando si había patrullas cerca del domicilio de la madre de Susan Williams. Unos segundos de estática después, recibimos la noticia de que había una patrulla en la escena del ataque animal. Michael y yo nos miramos un segundo, confundidos, antes de que él acelerara.

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