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Capítulo I. El Umbral del Epílogo.
Página I.
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༒༻☬𝖀𝖓𝖇𝖗𝖎𝖉𝖑𝖊𝖉: (/ʌnˈbraɪdəld/) something that is unrestrained, without restrictions or control.
༒༻☬𝕯𝖊𝖘𝖊𝖓𝖋𝖗𝖊𝖓𝖆𝖉𝖔: Algo que no está sujeto a restricciones o control, que se encuentra en un estado de libertad o falta de limitaciones.
CREO QUÉ TENER QUE inventarte una excusa creíble a tus padres para cuando entren en tu habitación mientras estas mastur̶v̶bándote y no levantar sospechas es hasta más sencillo que iniciar este libro.
¿Por dónde empiezo? ¿Realmente alguien leerá esto? ¿Deje algún error de ortografía en alguna parte? ¿Debería de empezar con mí despertar y esperar que aparezca alguna celebridad de tu mundo al bajar las escaleras de mi mansión?
No estoy seguro de qué me generaba más ansiedad: tener que escribir este libro o rememorar aquel lunes, cuando todo comenzó a desmoronarse lentamente.
Por si no fuera obvio, siempre he sido bastante marginado, y es porque en mí categoría solo entran personas que tienen algún tipo de problema de conducta o que han sido defectuosos. Y no es porque tengo complejo de superioridad, aunque a veces sí, pero han sido errores de mí pasado los que han causado que ya no pueda relacionarme con las personas como un ser normal.
Ese día, sentía que mi usual irritabilidad estaba en su punto más alto, y tal vez se debía a que desde hace dos semanas me estuve saltando mi medicación sin que nadie lo supiera, (Sí, sí, de esto ya hablaremos más adelante, ahora enfócate en la historia) estaba sentado en el lugar que eventualmente se convertiría en mi territorio durante toda mi estancia en esa especie de jaula, junto a un grupo de adolescentes hormonales. Eran seres estúpidos, insolentes, ignorantes, impulsivos, ruidosos, irritantes e insoportables. (Curiosamente, yo también pertenezco a este grupo, aunque acepto que mis adjetivos calificativos negativos, también aplican para mí); (Dios, que bueno que soy, “adjetivo calificativo negativo”, toma esa, ¿a qué no te esperabas ese léxico?”). A una hora determinada, una serie de dirigentes autodenominados "prudentes" y "ejemplares" profesores se unían a nosotros solo para aumentar mi nivel de estrés. Trataba torpemente de aliviar mi creciente ansiedad, arrancando los pellejos de mis huesudas y pálidas manos, golpeando el suelo con mi pie de forma rítmica, inquieta y constante. Observaba a mi alrededor, sintiéndome asfixiado por las múltiples conversaciones que resonaban en el aire, todas ellas elevadas en volumen y completamente irrelevantes para mí. Contaba cada segundo con la esperanza de liberarme temporalmente de la presión social y escapar de ese lugar.
Recuerdo claramente las conversaciones ridículas que se desarrollaban a mi alrededor.
"Oh, Jess, estás absolutamente hermosa."
Mujeres, no se mientan más, por favor.
"...Conocí a Aarón Grimaldi en persona, deberías haberlo visto, estaba..."
Sí, también a Messi.
"...Deberíamos visitar tu casa en la próxima salida."
Spoiler: nunca lo van a hacer.
"...Este año, los entrenamientos son más intensos para aquellos que aspiran a ser Inquisidores. He oído que la hermana del Mamón tiene un rendimiento sobresaliente..."
Se dice Amón, A-M-Ó-N imbécil.
En este punto, después de escuchar la palabra "Inquisidor," es posible que estés pensando, "Finalmente, algo que puedo entender, gracias a Dios."
Unauthorized duplication: this narrative has been taken without consent. Report sightings.
Sin embargo, lamento informarte que estás muy equivocado, y antes de que creas que tienes todo claro solo porque conoces los nombres Dominus, Legatus, Inquisidores, Centurioness, Aristoi, porque viste una serie o leíste otros libros te falta comprender algunas diferencias esenciales de cada uno. Así que, no, no puedes saltarte esta parte.
Esto es cómo esos anuncios en YouTube de 5 segundos que no puedes saltar.
No, ser un Lycan no te convierte en un animal, no te otorga superpoderes de la noche a la mañana, no prolonga tu vida mil años ni te infunde el alma de un lobo. Quienes tienen la capacidad de transformarse en animales no son necesariamente atractivos ni socialmente aceptados.
Si parezco un idiota, es porque quizás nunca has interactuado con uno de estos seres. En realidad, son simplemente animales sin razonamiento ni conciencia propia, sumergidos en sus instintos más básicos y primitivos.
Oh, este es mi mito favorito, no, no tenemos una regeneración automática, ni una fuerza sobrenatural capaz de destrozar el concreto, ni una velocidad supersónica para correr maratones. Y, obviamente, no somos personajes de videojuegos que adquieren habilidades a medida que derrotan enemigos.
Entonces, ¿quieres saber qué tiene de bueno?
La respuesta es simple: absolutamente nada. Así que agradece no formar parte de esto.
Cuando sonó el timbre, marcando el fin de mi tortura de escuchar las absurdas conversaciones de mis compañeros en clase, finalmente pude liberar mi mente de la tarea de criticar a mis colegas, quienes parecen sufrir una especie de demencia colectiva al ignorarme por completo. En otra ocasión hubiera simplemente dejado que todo aquello ocurriera sin más, pero ese día, algo simplemente había cambiado en mí.
Ese día en particular estaba con las emociones a flor de piel, solo me bastaba un pequeño incentivo y todo se volvería un caos.
Miré los rastros de sangre en mis uñas maltrechas y cómo el color carmesí se extendía por mis delgados dedos.
Maldición, ni siquiera lo había sentido venir.
Mi ruta cambió de manera abrupta. En lugar de dirigirme directamente hacia mi único grupo de amigos, me apresuré a entrar en los baños. Al cruzar la puerta, me di cuenta de que no estaba vacío a simple vista. No quería quedarme parado en la entrada, escaneando descaradamente a quienes estaban de pie orinando frente a mí. Así que me dirigí hacia los lavabos, sin dudar en abrir el grifo y sumergir mis manos en el agua fría. El dolor no se hizo esperar, ardiendo en mis heridas mientras las frotaba, buscando eliminar cualquier rastro de mi acto. Lo último que necesitaba era enfrentar preguntas de mis amigos sobre lo que me había hecho; lo último que quería era que se dieran cuenta de que ya no estaba bajo mi medicación.
Traté de concentrarme solo en mis manos, sintiendo una profunda incomodidad debido a la extraña compañía a mi lado, que también estaba lavando sus manos sin prestar la menor atención a la sangre que brotaba fresca de mis dedos.
—Creo que alguien sufre los efectos secundarios del medicamento... —Bromeó el individuo a mi lado, pareciendo ser otro de esos chicos que podrías etiquetar fácilmente como atractivo.
Todo en él parecía "genérico", desde su cabello despeinado que lucía perfecto hasta su camiseta de una banda que probablemente sólo había comprado siguiendo una tendencia absurda que ahora era lo más relevante en su vida llena de banalidades sin importancia.
Tenía una apariencia extrañamente amigable.
Y no, no soporto a las personas así.
En ese momento, no me interesaba comunicarme de manera coherente con ningún ser humano que mostrara el más mínimo interés en mí. Simplemente era un antipático que vivía en medio de un mar de indiferencia, fingiendo que todos los demás no existían y viceversa. Y no quería subestimar la capacidad intelectual de ese individuo, pero el parecía incapaz de comprender mi total falta de animo a iniciar una conversación ante su pregunta, optando por llenar el silencio una vez más para retomar la conversación.
—...Sabes, Mamón, dentro de unos meses comenzarán las admisiones de este año para los Acechadores... Tal vez podrías considerar practicar e intentar inscribirte; aunque probablemente con tu historial solo te permitirán unirte este año como encargado de limpieza después de los entrenamientos. —Lo miré fijamente a los ojos a través del espejo, que estaba un poco sucio y ligeramente empañado. Había tocado un tema sensible que sólo provocaba una ira incontrolable en mí.
No, antes de que sientas lástima por mí... Me lo merezco. No soy una víctima; soy un verdugo.
—Es preferible ser un drogadicto limpia mierdas que un homicida, ¿no?
Ira.
Ya había experimentado esa emoción anteriormente, y no había terminado bien en absoluto. Ese chico era tan insignificante, tan irrelevante que no me importó en lo más mínimo darle su merecido.
Sin dudarlo, seguí mis instintos más agresivos que clamaban por hacerle pagar por sus comentarios. Bastó con un rápido golpe directo a su mandíbula, lanzando mi puño derecho como un proyectil hacia su mejilla. Vi cómo su rostro giraba debido al impacto, y junto con él, su estabilidad. Sus ojos se llenaron de confusión, rabia y miedo en un instante.
Pero él no era rival para mí; sus intentos inútiles de contraatacar fueron en vano, ya que esto no se trataba de una simple pelea. En ese momento, volví a sentir lo que era ser un cazador, ser un maldito Acechador y estar a punto de devorar a mi presa, sensación que solo obtenía cuando dejaba mi medicación y la razón por la que dejé de hacerlo.
Puedes llamarme cínico.
Podrás llamarme así, pero mis impulsos de arruinarlo por completo seguían fluyendo por mis venas, seguían deseando arrancar cada una de sus palabras de su boca. La pelea había atraído la atención de quienes estaban presentes y solo querían usar el baño. Estaban a punto de intervenir, de hacer algo, pero sabían cuál sería su destino si se metían en mi camino, escuche a uno de los chicos correr por la puerta, seguramente alejándose para traer a algún profesor.
No podía oír nada más; todos mis sentidos estaban centrados en hacer que el chico se arrepintiera, que lamentara cada segundo de su comentario y de haberse encontrado conmigo ese día.
Lo que hice a continuación no requería mucha lógica en la narración. Agarré con fuerza su largo cabello, sintiendo la suavidad de sus cedras negras ante mi toque áspero y poco delicado. Miré su rostro por una fracción de segundo, adolorido y temeroso, ya afectado por mis golpes erráticos, lo que solo me hizo sentir más poderoso ante mi presa. Y finalice, estrellando su rostro contra el lavabo con todas mis fuerzas, haciendo que chocara con la esquina.
Una y otra.
Y otra.
Y otra maldita vez.
Antes de sentir cómo me tomaban por la nuca, jalándome violentamente hacía atrás. Luche por volver a tomar a mi presa, sentir su cabello entre mis dedos mientras mis uñas se tornaban carmesí y cómo el olor metálico se filtrará en mis orificios nasales.
—Y es preferible que aprendas a cerrar tu puta boca.
En mis pálidas y huesudas manos volvía a correr sangre. Sin embargo, esta vez, ya no era solo mía.
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