Después de una noche de pesadillas y malos recuerdos, solo la soledad en aquel viejo granero llenaba la mente de Lys de las memorias que por tanto tiempo quiso esconder en lo más profundo de su mente. Sentía miedo, mucho, temía las repercusiones de sus acciones allí a donde fuese y por sobretodo temía a sus propios poderes.
Aquello que era considerado magia era la fuerza del alma proyectada a través del cuerpo y manifestada sobre el plano mortal a través de la voluntad, esta tenía una fuerte conexión con la mente de su practicante en especial para aquellos que eran afines a elementos extravagantes, su caso era uno de estos.
Había más de una docena de afinidades elementales que se habían descubierto hasta aquellos tiempos, sin embargo poseer una sola afinidad era lo normal, y había una que no resaltaba en nada especial de todas las demás, llamada coloquialmente como la afinidad común. La gran mayoría de las personas eran parte de esta, sin embargo esto no significaba que fuesen inútiles o incapaces de utilizar sus afinidades para acciones que rompiesen los límites de la física y la lógica.
Lys poseía tres afinidades, poseer dos era exageradamente raro, tres ya era un caso único posiblemente de uno en un millón, y una de las que poseía era… problemática. Cada afinidad iba atada a distintos sentimientos que podían desatarla o potenciarla, controlar dichos sentimientos era la manera de controlar aquel poder, algo que muy pocas personas en el mundo eran capaces de hacer sin importar a que sean afines sus almas.
Aunque considerada prodigiosa para su edad, no importaba que tanto dominio tuviese del poder de su alma, o cuantas afinidades tuviese, su causa estaba perdida, no conocía manera de luchar contra su enemigo, no había otra opción mas que escapar, esconder todo lo que alguna vez fue e intentar vivir con ello, con la carga de haber asesinado posiblemente a alguien inocente, con la carga de haber ayudado a una organización corrupta del reino que le vio nacer, al cual juró proteger y ayudar con orgullo, como si cuando le reclutaron hubiese sentido el llamado de que aquel sería su trabajo hasta el final de sus días.
Casi estuvo en lo cierto, casi se convirtió en su último trabajo, pero ese no había sido el caso, seguía viva y ahora tenía que lidiar con las consecuencias. Habiendo escapado a las afueras del reino, la joven se encontraba ahora viendo los primeros rayos del sol a través de una ventana en aquel granero, en una granja alejada de toda ciudad o pueblo, cerca de la frontera con Takya.
Llevaba cerca de tres semanas viviendo en aquel lugar ya, comenzaba a sentirse nerviosa de seguir allí, temiendo poner en peligro a los que le habían acogido. Una amable pareja de avanzada edad casi llegando a los cincuenta inviernos junto a su joven hijo que estaba por alcanzar los quince, sin embargo este último parecía mucho más joven al ser de tamaño más pequeño de la media.
Semanas atrás cuando se escondía en la ciudad cercana, Allyson fue testigo de un robo. Un joven que como mucho aparentaba unos diez o doce años, de aspecto incluso algo femenino, pequeño de estatura, de pelo dorado como el sol y unos ojos celestes bien claros, había sido arrastrado a la fuerza a un callejón de aquel pueblo con claras malas intenciones, era el anochecer y la realidad era que en un pueblo como aquel tan cerca de la frontera, la ley era casi nula, los guardias jamás se entrometían a menos que fuese demasiado notorio, y por una coincidencia afortunada, Lys escucho lo que estaba sucediendo.
Mas estaba claro que no podía alarmar a la guardia, después de todo la joven no solo era buscada injustamente por la ley sino que también era incapaz de hablar, y las posibilidades de que un simple guardia nocturno supiese escribir o siquiera consigan un papel donde escribir para transmitirle lo que estaba sucediendo… eran bajas, muy bajas.
¿Cómo actuar? Se preguntó a sí misma en aquel instante. Escucho los gritos iniciales del joven antes de que su boca fuese tapada por quienes le habían capturado. Quizá cometía un error, quizá era un juego, quizá le dejaban y solo le robaban algunas monedas y nada grave sucedía… Sabía bien que actuar dejaba en evidencia su presencia y si se corría el rumor no tardaría mucho tiempo en que alguien termine allí buscándole, solo debían seguir el rastro y sabía bien que los cuervos tenían informantes en casi todas partes del reino, ella misma había trabajado de informante en varias ocasiones, simplemente viviendo en algún pueblo alejado escuchando todo rumor de criminales o acciones en contra del reino para ayudar al mismo.
Concentrando la energía de su alma en sus oídos, Lys era capaz de aumentar su capacidad auditiva casi al doble que una persona de por sí entrenada en ello, volviéndose una excelente rastreadora debido a esa habilidad. Pese a que estaba a varias casas de distancia podía sentir con exactitud lo que los raptores decían, y lo que escuchó… le asustó, mucho.
Sintió miedo, y al momento de sentirlo pudo ver las piedras cercanas temblar y comenzar a deshacerse. Debía calmarse o peores consecuencias vendrían de no hacerlo. En ese instante y por puro reflejo instintivo salió de donde se encontraba, comenzando a correr con velocidad por la calle, a la vista de dos simples cajas que funcionaban perfectamente como escalera para llegar al tejado de uno de los hogares allí presente, dio dos simples saltos pisando con una sutileza y precisión dignas de una asesina entrenada, alcanzando dichoso tejado para luego saltar al siguiente. Justo debajo suyo se encontraba lo que había oído.
Estaban… estaban por abusar de aquel chico, dos hombres de mayor tamaño probablemente borrachos y recién salidos de la taberna local, y así como si nada, como si fuese la cosa más común del mundo estaban a punto de causarle uno de los traumas más complejos a un simple joven que solo pasaba por ahí. Debía hacer algo, sentía la obligación de hacer algo, no hubiese podido soportar vivir consigo misma dejando que eso simplemente pase como si nada, esperando que este pueda salvarse por sí solo o que alguien más le ayude cuando sabía perfectamente que no era posible.
Sin embargo… ¿Cómo hace una mujer con su entrenamiento para solucionar esa situación? Sin voz no hay manera fácil de asustar a los criminales para que dejen en paz al pobre chico atrapado en aquella situación, de hecho incluso pudiendo hablar la realidad era que probablemente le ignoren o le amenacen también, eran tiempos difíciles para ser mujer, tiempos donde solo se la veía como la representación de la debilidad, incapaz de convertirse en soldado, incapaz de siquiera conseguir algún puesto importante en algo, los casos de esto eran sumamente escasos y la visión general era la de no respetarles.
Debía mantenerse fría, mantenerse en calma y controlar sus emociones, razonar la mejor manera de resolver aquella situación sin ocasionar daños excesivos a nadie. Tras concentrarse finalmente decidió asomarse por aquel tejado, parándose para dejar que la sombra de la luna llena tras de sí sirviese como aviso, en su mano ya se encontraba aquel cuchillo arrojadizo que siempre llevaba consigo, simplemente señalo al dúo, esperando ver una reacción…
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Mas nada sucedía, seguían forcejeando con el chico sin siquiera ser conscientes de la presencia de Lys, la joven asesina suspiro, sentía su corazón acelerarse a medida que más tiempo pasaba, estaba nerviosa y se notaba pero no podía dejar que el miedo le sobrepase o volvería a suceder, no quería que eso vuelva a suceder jamás. En ese momento respiro profundo, movió sus dedos con velocidad y precisión tomando el cuchillo por el filo mientras hacía retroceder el brazo izquierdo lanzando al instante en un repentino impulso de la mano hacia delante.
El cuchillo se enterró en la pared tras los maleantes, ambos se sobresaltaron al escuchar el ruido, se giraron para observar a la mujer y como era de esperarse soltaron decenas de insultos a la misma, incitándole a bajar. Sin importar que tan bien entrenada en combate cuerpo a cuerpo estuviese, dos hombres con mayor altura y mayor peso en un callejón cerrado contra ella sola… podría no salir del todo ilesa, además no iba simplemente a caer en su provocación. Si quería que ambos se fuesen asustados, debía mostrarles algo increíble, algo que les haga tener verdadero miedo, y para hacer eso… primero debía controlar su propio miedo.
El miedo era lo que controlaba a su afinidad, los especialistas le llaman entropía, la magia capaz de destruir todo a su alrededor, sumamente peligrosa y en manos de alguien descontrolado, demasiado destructiva. Era conocida como una de las afinidades del alma más raras que existían y Lys había tenido la suerte sea esta buena o mala de descubrir que era afín a dicho elemento. Controlado a través del deseo de imponerse sobre lo que sea que fuese tu objetivo, deseando causarle el peor de los miedos, y descontrolado por sentir miedo propio.
Su expresión se volvió seria, busco concentrarse lo más que pudo, estiró sus manos, a simple vista una mujer con un cuerpo que poco a poco comenzaba a perder la gloria que alguna vez vio tras años de forzoso entrenamiento físico, quizá algo más alta de la media femenina, no era alguien que pudiese realmente hacerse imponer por encima de dos borrachos desinhibidos, quienes comenzaban a reírse de la mujer.
Uno de ellos se giró y quitó la daga con facilidad de la pared donde se había clavado, apuntándola hacia la mujer amenazando de lanzársela. Sin embargo repentinamente aquella misma daga en la mano del hombre comenzó a desintegrarse lentamente desde la punta hasta el mango. El hombre se asustó, soltó el cuchillo. “¡Bruja!” gritaron ambos al ver aquello, el joven que habían atrapado quedó estupefacto allí sin moverse, luego frente a Lys comenzaron a crearse dos dagas del mismísimo aire, al instante tomó ambas armas arrojadizas y señaló a ambos con ellas.
Los dos se miraron entre sí retrocediendo un poco, estaban borrachos pero tampoco eran idiotas, luchar desarmados contra alguien que no podían alcanzar y utilizaba magia… era muy mala idea. Finalmente ambos se retiraron, dejando al chico allí, empujándolo bruscamente al alejarse haciendo que choque contra la pared, soltando un quejido de dolor al instante. Aquel era el hijo de los dos ancianos con los que luego viviría.
Cuando les vio retirarse espero por unos momentos a que se alejen lo suficiente, luego descendió e intento ver cómo se encontraba aquel joven, este al principio retrocedió, temiendo que quizá podría lastimarle, sin embargo Lys se acercó de todas formas y reviso que no tuviese ninguna herida, al notar que eran solo golpes se giró para irse de allí, el joven con nerviosismo intento detenerle, quería al menos agradecerle antes de que se vaya, sin embargo pronto la luz de una lámpara común portada por un guardia y los ladridos de un perro entrenado para rastrear comenzaron a sentirse.
Allyson se detuvo y se giró para observar el otro lado del callejón, su expresión de temor ante la idea de ser atrapada allí le delató, y el joven con gran valor se acercó a su silenciosa salvadora, le tomó de la mano y comenzó a correr. Así fue como terminó durmiendo en el granero de aquella familia empobrecida, cada día pensando en irse para evitar causarles problemas con su presencia, mas no quería sentirse desagradecida con lo que le habían ofrecido.
Ayudaba en lo que podía de los trabajos necesarios dentro de aquella simple granja. Casi todo el trabajo era hecho por el joven, el padre de poca salud y huesos ya avejentados por una vida de trabajo fuerte no podía hacer mucho para ayudar, y el joven corajudo para su pequeño tamaño quería mantenerse a la altura de su verdadera edad, no era una vida sana pero era la única vida que conocían, eran buena gente solo que habían sufrido las injusticias de un monarca tirano.
Aquellas tierras donde se encontraba la granja eran oficialmente del reino vecino a Takya, el reino de Narselles. Actualmente no había conflictos entre los dos reinos, pero cinco años atrás hubo algunas escaramuzas a lo largo de las fronteras, Narselles estaba pasando hambre y no le quedó otra opción más que ir a la guerra para intentar capturar algo del territorio de Takya, este último terminó por firmar un tratado de paz cuando subió el actual monarca, heredando el linaje de fuego de su padre y mostrando piedad ante los problemas de su reino vecino, entregando comida como parte del tratado, desde entonces ambos reinos han tenido buenas relaciones.
Antes de aquel conflicto, en aquella granja, no era solo un simple joven con aspecto de niño quien hacia todo el trabajo, solían ser tres los hijos de aquella pareja mas los dos más adultos fueron obligados a ir a los conflictos armados y perdieron ambos la vida dejando un gran vacío en aquella familia. El más joven de los hermanos intentaba llenar aquel vacío, mas no era algo fácil de lograr.
Su nombre era Jerre, y era el principal motivo por el cual Lys se había quedado por tanto tiempo allí. Aunque en un principio aceptó quedarse por unos días por pura humildad y para no pasar como alguien desagradecida luego de que el chico tomase el riesgo de ocultarle en su casa. Cuando finalmente se decidió a irse, la noche que estuvo por escapar vio algo que le sorprendió, Jerre había salido de la casa con una lámpara, mas en el camino la manija de la misma se le rompió y esto hace que casi se le caiga su única fuente de luz al suelo, sin embargo queda colgando de la única parte restante. Con la manija rota, el joven miró para todas partes, murmurando por lo bajo y acercando su mano a la parte donde se había quebrado el simple alambre de donde aquella lámpara se agarraba, y al instante la lámpara se arregló por sí sola…
Decidiendo quedarse al ver a aquel joven utilizar el poder de su alma para reparar la lámpara, al día siguiente intentó comunicarse con el mediante señas, mas tras un largo rato de no poder entenderse de ninguna manera mutuamente, la joven asesina se llevó al chico hasta el granero, donde tomo un simple trozo de madera y lo quebró a la mitad, ante la confusión de Jerre, ella se concentró y tal como había hecho aquella noche el joven de la familia, Lys reunió ambas partes nuevamente sin mucho esfuerzo.
Aquella afinidad era conocida como creación o energía en algunos otros reinos, una afinidad elemental que permitía modificar la materia o incluso generarla con suficiente entrenamiento. La creatividad y el pensamiento lógico la potenciaban, mientras que el nerviosismo lo hacía descontrolarse. De todas formas era una afinidad muy rara de ver descontrolada, pero era conocida por ser al mismo tiempo la más difícil de todas de dominar, aquel chico era como ella, un prodigio, el mero hecho de que pudiese concentrar suficiente energía para arreglar aquella lámpara era una prueba de que a pesar de no haber tenido ningún entrenamiento ya podía ejecutar al menos pequeños trucos sencillos.
El chico ya había visto aquella habilidad en la asesina el día que le salvó la vida, pero era ella quien no sabía sobre él, en aquel momento Lys señaló la madera restaurada y luego apuntó a sus ojos y finalmente hacia Jerre, estaba claro que era lo que quería decirle, le había visto utilizar su magia. El joven negó haciéndose el que no entendía, retrocediendo con claro nerviosismo ante el hecho de haber sido descubierto. Mientras retrocedía su mano se encontró con una pobre horquilla, y al tocarla esta comenzó a doblarse por completo.
Era la primera vez en mucho tiempo… la joven comenzó a reír, sonrió por primera vez desde que había escapado aquella noche. Su risa silenciosa tomó por sorpresa al chico quien primero maldijo en voz baja por su error y luego simplemente sonrió con inocencia. Desde ese día hace ya casi tres semanas, Lys ha estado enseñándole en secreto a Jerre como controlar aquel poder…