Toda historia tiene un comienzo, todo mundo nace de una idea, un simple pensamiento que trasciende la lógica o comprensión humana. Todo lo que existe tiene un contrario, un némesis, una antítesis. Así como existe la luz, la oscuridad debe existir, así como también existe el fuego, el agua también estará allí.
En lo que es considerado el plano mortal, allí donde los humanos habitan en casi completa mayoría reuniéndose en grandes civilizaciones que comenzaron cientos de años atrás, algunas quizá incluso rozando el milenio habiendo caído y vuelto a levantarse en varias ocasiones a lo largo de la historia que transcurre en aquel plano, en tierras donde las tragedias y los conflictos abundan lejos de los ojos de la realeza, allí comienza esta historia.
Una joven en la ciudad de Wunor, la capital de Takya uno de los reinos humanos centrales más prósperos, de cabellos negros, cuerpo esbelto, alta comparado al promedio femenino y una figura que denotaba el haber atravesado por un fuerte entrenamiento físico aunque oculto tras ropajes de tintes oscuros, con una larga cabellera que podía llegar hasta por debajo de los hombros la cual permanecía atada para permitir una mayor maniobrabilidad y evitar un potencial entorpecimiento, aguardaba la señal de un hombre a su lado.
La luz de la luna era lo único que iluminaba al dúo, el hombre cubierto de pies a cabezas por ropajes oscuros idénticos a los que portaba la mujer a la que guiaba, notándose solo algunos mechones de su pelo castaño, su rostro de aspecto serio y frio con una mirada penetrante. El escenario que se dibujaba frente a aquellos era el de un tejado algo empinado y difícil de transitar por alguien carente de real entrenamiento, desde allí podía verse casi todo el resto de la ciudad, o al menos daba esa sensación.
Un hogar alto solo podía indicar una cosa en aquella ciudad, era el hogar de un miembro de la nobleza que gobernaba sobre todas las tierras de Takya. Aunque no era particularmente cruel el actual monarca, tampoco estaba libre de pecados como era de esperarse de alguien en tan alta posición, sin embargo era sumamente respetado junto a su nobleza por todo el pueblo.
La mujer se movía por aquel tejado con una facilidad sorprendente, siguiendo el paso de quien de momento hacía de guía, dirigiéndose hacia el otro extremo de aquel hogar con la intención de adentrarse a aquella mansión a través de una ventana que daba a una habitación que según la información que habían recabado antes de comenzar aquella misión, se encontraría vacía.
Su objetivo era simple, debían adentrarse a aquel hogar y asesinar a la cabeza de la familia quien según los informes se sospechaba su confabulación con grupos rebeldes en contra de la monarquía, tal acto era claramente inaceptable y la pena era la muerte, más tristemente no había pruebas suficientes para condenar a un noble de familia tan importante, y por ello es que aquel dúo se encontraba allí, haciendo el trabajo sucio necesario para el reino.
La joven portaba el nombre de Allyson, carente de familia y por ello de apellido también, y quien le acompañaba era conocido dentro de los cuervos sanguinarios como Sauvre, uno de los mejores y más letales de todos los asesinos que componían a aquella organización. El hombre señalizaba a su compañera el momento indicado para transitar con seguridad por aquel lugar, prestando suma atención a todo sonido que pudiese escucharse de los alrededores.
Mas después de todo, en aquellas horas de la noche eran pocos los que se atrevían a salir con las últimas oleadas de crímenes que se estaban viviendo en la capital, incluso encontrándose en uno de los barrios de la nobleza solo algunos pocos guardias recorrían las calles y para aquellos entrenados en el arte del sigilo, solo requería un buen movimiento y balance del peso del cuerpo y dominio del campo de visión ajeno para pasar desapercibido hasta en el lugar más vistoso posible.
Estaba claro que los ropajes ayudaban en aquella tarea y que la luna fuese cuarto menguante solo les facilitaba más la entrada. El hombre tomo con fuerza el borde de aquel tejado, su mirada se clavó sobre aquella ventana mientras el aire parecía cambiar su curso, ser moldeado acorde a los deseos de dicho asesino, empujando y abriendo con increíble precisión y suavidad el paso para luego balancearse y saltar al interior, todo en apenas un pequeño lapso de tiempo, inferior a siquiera un minuto, no había ni terminado de girarse uno de los guardias de las calles que ya ambos se encontraban en el interior.
La información era verdadera, era una habitación en desuso, llena de polvo y algunos muebles viejos venidos a menos, estaba claro que no encontraban nada de valor allí, más robar jamás había sido su objetivo inicial. Sauvre se gira observando a Allyson mientras rápidamente llevaba su mano hacia su propia boca, apoyando un único dedo frente a sus labios en clara señal de silencio. La mujer respondía con una expresión casi de enojo ante la ironía de aquel gesto, mientras el hombre solo sonreía bajo la máscara que cubría su rostro, gesto que podía notarse en sus ojos.
Allyson no era la mejor asesina, de hecho aquella misión sería la primera en la que realmente ejecutaría a alguien pues hasta entonces siempre había sido más una exploradora o simplemente una espía, consiguiendo información ya sea de objetivos para asesinar como para incriminar según fuese necesario, según se viese como un beneficio para el reino. Sin embargo había dos motivos principales por los cuales era bastante buena en sus trabajos. El principal es que sabia escribir, una rareza pues la mayoría del pueblo común era analfabeta careciendo de dicha capacidad, aquello venía bien para los reportes necesario con información detallada sobre todo lo que podía oír o ver. Mas había un segundo motivo por el cual era tan buena en lo que hacía, la joven miembro de los cuervos sanguinarios era muda.
Habiendo nacido incapaz de hablar, hasta el día había llevado una vida cuanto menos difícil debido a aquel defecto de nacimiento que ningún medico pudo jamás explicar y ningún sanador curar, sin embargo aquello era lo que le hacía tan buena para trabajo en el que se había terminado involucrando tantos meses atrás, aunque moralmente era discutible lo bueno que eso fuese.
“No parece que haya nadie.” Comento Sauvre retomando la seriedad, su tono de voz era bastante bajo y suave para evitar ser descubierto. Aunque para la hora que era realmente la mayoría por no decir todos los que allí habitaban debían estar dormidos, nunca se debía confiar en eso. Allyson levanto su mano en señal de alto hacia su compañero, cerrando los ojos para concentrarse en sus oídos, intentando escuchar todo lo que en aquel lugar estuviese sucediendo.
Pudo sentir una voz a lo lejos, quizá a un par de habitaciones de distancia.
“Esto no puede seguir así, debemos actuar… además ya va siendo hora de que el linaje de fuego acabe.” Era la voz de un hombre en un tono levemente apagado para evitar el despertar de los sirvientes y demás miembros de la familia. Por su tono y las palabras usadas estaba claro que no pretendía ningún bien, pues el linaje de fuego solo podía hacer referencia a la familia real que gobernaba Takya desde hacía más de seis generaciones.
Stolen content warning: this content belongs on Royal Road. Report any occurrences.
“Es triste, pero es la única forma de eliminar a los cuervos.” ¿Acababa de oír correctamente? Nadie debía saber de la existencia de los cuervos sanguinarios, solo la más alta nobleza y la realeza ¿Y porque hablaban de deshacerse de ella? En aquel instante la mujer se sintió confundida, frunciendo el ceño y reabriendo los ojos para observar con un gesto de extrañez a Sauvre, quien simplemente hacia un leve movimiento con la mano, una seña personal entre ambos para preguntar qué estaba pasando.
Negó sin mas, por lo que estaba oyendo estaba claro que uno de esos dos hombres debía ser su objetivo, quien se sospechaba de traicionar a la corona, era la única explicación, mas temía que quizá ya supiesen de su inminente llegada si ya sabían también de su secreta existencia y buscaban eliminarles. Dos simples y rápidos movimientos con la mano hacia la puerta de salida de la habitación eran marcados, luego su puño era cerrado dejando solo dos dedos como última señal.
El hombre asintió entendiendo por completo aquellas señas, habían sido compañeros desde hacía ya un año y se había acostumbrado al agradable silencio de su compañera sin voz, habían formado un excelente equipo tras todos esos meses e incontables misiones de espionaje y asesinato a lo largo de todo el reino e incluso algunas fuera del mismo, su coordinación era impecable y ambos sabían las debilidades y fortalezas de cada uno.
Sin embargo oculto tras aquella mascara, Sauvre mantenía un semblante casi triste, pues había recibido órdenes personales del líder de los cuervos, ordenes que parte de él hubiese deseado jamás oír, pues sabía que no podía ignorarlas con el precio tan alto a pagar por desobedecer que se tenía entre los cuervos. Las leyendas internas decían que la muerte era a lo que menos debía temerle un miembro, y se inculcaba un miedo casi sobrehumano sobre la idea de la traición.
“Movámonos. Ahora.” Dijo en tono bajo, rápidamente abriendo la puerta con una sutileza y velocidad increíbles, como si conociese a la perfección que clase de ruidos era capaz de hacer con solo una pequeña inspección de su mirada. Frente a ambos se encontraba ahora un largo pasillo decorado con adornos y cuadros dignos de un hogar de alguien sumamente adinerado, puertas que daban a distintas habitaciones como si aquel lugar pudiese tener más de una veintena de las mismas, el tamaño de aquella mansión era indudablemente increíble, seguramente de una de las familias más importantes sino la más seguida de la familia real.
La mujer palpo el hombro de su acompañante, señalando al instante hacia el lado izquierdo con la mano libre, mientras luego llevaba la otra mano del hombro de Sauvre hacia su daga enfundada en la pierna, deslizándola lentamente de su funda, preparándose para lo peor. El asesino profesional asentía en completo silencio, pasaban la primera puerta de la izquierda, haciendo su camino hacia la segunda, allí se encontraban sus objetivos.
“Se han salido de control… que alguien sin sangre de nobleza intente usar al monarca como títere mientras asesina a todo aquel que actúe en su contra, es inaudito, no puede continuar, ese maldito cuervo tiene que morir.” Palabras fuertes que dejaban en evidencia la clara intención de asesinato hacia el líder de la organización a la que ambos pertenecían, sin embargo el gesto en el rostro de Allyson era de completa sorpresa, sus cejas enarcadas demostraban un claro desentendimiento de lo que estaba sucediendo.
Mas en aquel preciso instante Sauvre chasqueo los dedos con suavidad, forzando a su compañera en concentrarse, su mano se encontraba ya en el picaporte de la puerta, al borde de abrirla, era su turno de actuar, esta era su misión. Su otra mano dejaba abiertos dos dedos, la señal era clara, era obvia, ambos debían morir.
Reaccionando al instante por puro reflejo, la puerta empezó a abrirse y ella ya comenzaba a moverse con gran velocidad hacia la apertura, moviendo sus manos por sobre su daga y tomándola del filo. Apenas pudo cruzar aquel simple cuchillo voló con una velocidad increíble, casi inhumana, enterrándose en la frente de uno de los objetivos.
Sin embargo en aquel lugar ahora había dos cadáveres, los dos objetivos habían sido neutralizados en un único movimiento con dos dagas exactamente idénticas enterradas en la frente de cada individuo con una precisión brutal, la expresión en aquellos recién asesinados quedo congelada en completa sorpresa, defenderse fue imposible.
Su corazón latía de manera acelerada, era la primera vez que acababa con una vida, con dos inclusive, pero el movimiento salió tan natural y tan rápido que no tuvo ni tiempo de pensar, así era el entrenamiento por el que había pasado, llevado tan al extremo que sus movimientos estaban grabados a fuego en su cuerpo, ni siquiera era necesario para ella pensar siquiera que ya estaba actuando tal como debía.
“Hm… buen golpe.” Dijo con calma y frialdad el hombre, ahora adentrándose también a la habitación, cerrándola rápidamente tras de sí. Allyson seguía allí congelada sin terminar de reaccionar de lo que había hecho, mas no solo hecho, sino también escuchado ¿Qué estaba sucediendo realmente? Ellos eran los buenos… ¿O no?
Tal como el protocolo indicaba y por instinto se movió hacia los cuerpos, apoyando dos dedos en el cuello de cada uno para tomar su pulso... Estaban muertos, no había duda alguna de que aquellos golpes directos al cráneo habían atravesado y perforado parte del cerebro, causando una muerte bastante rápida. Misión completada, todo había terminado, era hora de retirarse de allí antes de llamar la atención de los que aun dormían…
“Los escuchaste… ¿No? Sé que lo hiciste Lys, te conozco demasiado bien, tienes mejor oído que cualquiera de los cuervos… desgraciadamente él me dio una orden distinta, no tenía que vigilarte solamente. Mi deber era matarte si oías más de lo necesario.” El desliz de una daga se podía sentir saliendo de su funda, ese sonido metálico erizo todos pelos del cuerpo de la mujer, la cual se giraba con un gesto de auténtico terror.
No podía ser cierto, había encontrado un lugar, un hogar, por más retorcido que fuese era mejor que todos esos años en la calle y había aprendido a dominar su cuerpo e incluso más que eso, se sentía bien cumplir con su trabajo y era bueno para el reino, se suponía que lo era. Sus piernas temblaban ante la mera idea de tener que enfrentarse a su compañero, no quería, era lo último que hubiese deseado en la vida.
Retrocedió solo unos pasos, chocando al instante con los cadáveres y trastabillando al borde de caer. Ese era su fin, debía serlo si Sauvre era su enemigo no existía manera de no morir en esa situación, jamás le había vencido y este siempre había sido mejor en todos los sentidos que ella, era prácticamente su maestro y todo lo que había aprendido lo había hecho con él, sabía perfectamente de lo que era capaz. Su rostro palideció casi al instante mientras un ahogado y silencioso llanto comenzó, lagrimas brotaron de sus ojos en aquel último instante.
El asesino se movió con una velocidad simplemente imposible de igualar para ella, su daga ya estaba en el aire cuando se escucharon las últimas palabras de Sauvre.
“Desearía poder derramar lágrimas por ti, Lys.”
Repentinamente una mujer despertaba en un granero ante el potente sonar de un relámpago, recostada sobre un simple montón de paja, su cabellera negruzca con tonos grisáceos y blancos le confundían con alguien de avanzada edad y sus grandes ojeras tampoco ayudaban aunque su rostro seguía siendo el de alguien joven que quizá apenas pasaba los veinte inviernos. Su cuerpo que alguna vez estuvo entrenado para ser la asesina perfecta por una organización secreta del reino de Takya ahora yacía allí casi carente de musculatura, perdida por el hambre sufrido de una vida carente de lujos.
Solo una pesadilla, un pesado recuerdo que había vuelto hacia Allyson, privándole del sueño como una eterna maldición que le condenaba a jamás poder descansar…